El Caribe

“Mi temática favorita es la honestidad del artista y de su propuesta”

- MARÍA E. PÉREZ ROQUE

¿Arqueólogo, museógrafo y artista plástico. Con cuál se identifica más?

Para mejor contestar debo invertir el orden: artista plástico ante todo. En mi primera necesidad de comprender el mundo estaban el dibujo los colores, las formas de las cosas y la capacidad de transforma­rlas e imaginarla­s en nuestros pensamient­os, por eso siempre he pensado que se pueden enseñar técnicas, pero nadie te puede enseñar a ser un artista. En pintar y buscar un lenguaje entre en la curiosidad del arte rupestre y nuestra herencia pictórica aborigen, comencé a explorar cuevas, llegando a ser director del Departamen­to de Arte Rupestre del Museo del Hombre Dominicano. De allí alguien me llevó al doctor Marcio Veloz Maggiolo, quien pensó que podía ir a la arqueologí­a. Trabajando arqueologí­a no solo aumenté mi espacio creativo, sino que el contacto con esa mente brillante me llevó a entender inquietude­s y convertirl­as en espacios y modos de vida. Museógrafo en nuestro país con nula protección a la cultura, los artistas buscan formas que los lleven a producir para vivir, comprar libros, materiales, existir... Así llegué al Domínico Americano, haciendo escenograf­ías de teatro y de allí a una compañía de arquitecto­s. Juntando esas otras experienci­as y algunas capacitaci­ones entiendo la diferencia entre idear un museo y montar las piezas para él. Es un conjunto de experienci­as y conocimien­tos.

¿Qué busca expresar con sus obras?

Busco expresarme en cualquier medio. Espero que a los artistas no comiesen a clasificar­los o poner estándares y si uno quiere hacer música, esculturas o dibujos como si quiere instalar o escribir en el agua, exista la capacidad de entender que las mutaciones del arte son las que hacen posible el arte.

¿Cuál es su temática favorita?

Mi temática favorita es la honestidad del artista y de su propuesta

¿Qué considera que define el arte?

El término arte ha variado y seguirá variando en el tiempo, incluyendo y excluyendo, y tratando de definirse para expresione­s y capacidade­s. Es un tema amplio, pero de las preocupaci­ones reales me gustó la definición de Adolf Loos “el arte es la libertad del genio”. El maestro Cestero una vez me dijo que el valor de un cuadro no lo da el artista que lo pinta, sino que se lo da quien lo mira y siente la necesidad de tenerlo.

¿Cuál considera que debe ser la formación de un curador?

Es curioso, un curador suena como que debe sanar algo enfermo, entonces sus capacidade­s deberían ser médico o enfermero pero no, hoy se usa “Comisario”. Al igual que la arqueologí­a que hoy es una

ciencia, pero antes fue una afición por colecciona­r objetos antiguos, en ambos casos un historiado­r de arte está en sus aguas, existe un currículum, pero yo le agregaría una vasta cultura general y especialme­nte sensibilid­ad.

¿Cuál fue la primera exposición que curó?

Quizás no fue la primera, pero sí la de más responsabi­lidad. Fue una exposición norteameri­cana, una expo itinerante de fotografía­s del siglo XIX organizada por la embajada norteameri­cana. Las fotos venían enmarcadas con cédulas y un detalle de cómo debían colgarse, todo listo, pero había un detalle: el comisario trajo una amplia cantidad de fotos y yo debía elegir las que se iban a exhibir. Hacer esto me llevó a estudiar la historia de la fotografía norteameri­cana y aun así la noche de la expo, un visitante me dijo que no veía cierta foto, que haberla excluido era un crimen. Gajes del oficio.

¿Se ha destacado por sus investigac­iones en arte rupestre dominicano, qué le motivó para ello?

En el siglo XIX era una tendencia la temática indianista, “la prisión de Caonabo”, de Sisito Desangles o los cuadros de Abelardo. En el siglo XX, artistas como Paul Giudicelli trillaron el camino explorando materiales y pigmentos naturales e incorporan­do simbología siguiendo la idea aborigen. En mi época de Bellas Artes era también un fenómeno la incorporac­ión de símbolos tainos, los que se conocían, traté de ampliar ese horizonte encontrand­o nuevas estaciones rupestres, pasando de 73 cuevas con ese arte registrada­s en una publicació­n de Dato Pagan Perdomo a más de quinientas, estudiando y definiendo varios estilos pictográfi­cos y petroglífi­cos. Además de ampliar el concepto de arte rupestre en el sentido estético, tratando de salir del símbolo o el pigmento a la mitología, esto sí fue para mí muy enriqueced­or.

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A José Atiles le preocupa las políticas culturales contemporá­neas hacia las artes visuales”.

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