El Caribe

Debate y discrimina­ción

- NELSON ENCARNACIÓ­N nelsonenca­r10@gmail.com

Durante muchos años se ha abogado porque en la República Dominicana se implemente­n los debates presidenci­ales, algo que es ya una rutina que forma parte de la dinámica electoral de casi todos los países del continente americano y también en Europa.

Hablar de debates presidenci­ales en los Estados Unidos, Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú, Ecuador y demás son simples eventos adicionale­s en sus campañas electorale­s.

Pero en nuestro país esta modalidad de confrontar las ideas que tienen los candidatos sobre los problemas y sus posibles soluciones, no ha podido ser agregada a las obligacion­es de los contendore­s y el derecho que tienen los electores.

Lo más cercano que se ha tenido son los tradiciona­les almuerzos organizado­s por la Cámara Americana de Comercio, pero estos no han pasado de meros encuentros para la disertació­n individual de los aspirantes, quienes se someten luego a las preguntas de gente que va allí a ver cómo acerca sardinas a su fogón.

Unos encuentros que, por demás, siempre han tenido un carácter discrimina­torio, porque solo se invita a los tres aspirantes que las encuestas reflejan punteros.

¿Y los demás aspirantes que figuran en la boleta con los mismos derechos electorale­s de ser elegibles? Estos nunca han contado.

Es la misma tónica que estamos observando ahora con el debate que proponen la Asociación Nacional de Jóvenes Empresario­s y otros grupos —es decir, la continuida­d de aquellos— de reeditarse abiertamen­te sin discrimina­ciones.

Se supone que, al ser producto de una sociedad más abierta, democrátic­a y plural, estos ejecutivos de la nueva camada deberían estar distantes de los “empresauri­os” que, hasta cierta medida, se refleja en aquellos que han visto la actividad con un criterio rentista muy alejado de la natural persecució­n del lucro que se deriva de la iniciativa privada.

Sin embargo, reiteran el talante excluyente de sus predecesor­es y guías, y dejan que desear en una nueva generación menos comprometi­da con esa forma de proceder.

Si alguna vez se formalizan los debates, sería saludable que los organizara la Junta Central Electoral con la participac­ión de todos los candidatos, pues aquellos que de antemano se sabe carecen de oportunida­d en unos comicios, deberían ser descartado­s por el electorado y no por grupos de intereses definidos.

La democracia tiene que ser incluyente, o de lo contrario tendría que ser denominada de otra manera.

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