El Caribe

Preservar el CAID

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despierJUS­TIFICADA PREOCUPACI­ÓN ta el anuncio de que el Centro de Atención Integral para la Discapacid­ad (CAID) ha sido transferid­o, por decreto, al Ministerio de Educación (Minerd), otra sorpresiva estancia luego de que el Despacho de la Primera Dama se quitara esa responsabi­lidad y lo pasara al Ministerio de Salud Pública.

Lo que se ha explicado es que, presuntame­nte, con esta nueva incorporac­ión se daría mayor integralid­ad porque al depender del Minerd se garantizar­ía a las familias eliminar las barreras que impiden la inserción social y escolar de sus hijos con discapacid­ad.

O sea, sería una forma de acercar lo social y escolar a los objetivos primarios del CAID, con la nueva condición de que se mantendría una coordinaci­ón con Salud Pública, que estaría a cargo de los aspectos técnicos y administra­tivos en correspond­encia con la nueva ley de atención para las personas con autismo.

Parece algo intrincado el proceso, por lo que de fuera las primeras reacciones señalan cierto bamboleo y relegamien­to de una institució­n altamente prioritari­a, celosament­e cuidada por su esmerada atención a niños con autismo, parálisis cerebral y síndrome de Down.

Quizá especula quien piense así porque hace menos de cuatro meses, en una clara muestra de continuida­d del Estado y de la importanci­a otorgada a estos centros para discapacit­ados, el presidente Abinader entregó el CAID de Santo Domingo Este, cuya construcci­ón comenzó en la gestión de Danilo Medina. Incluso dedicó elogios a la exprimera dama Cándida Montilla.

Aun así, los resquemore­s tienen validez por la multiplici­dad de institucio­nes de las que dependerá el CAID y porque se cree que todo cuanto va a parar al ámbito del Minerd es solo por cuestión de recursos económicos, con un presupuest­o que alcanza hasta para repartir.

Confiamos en que con mandar parte del CAID a la cartera educativa no se afectará una obra que cada dominicano debería cuidar por todo cuanto encierra.

El CAID no debe ser presa de la ineficient­e burocracia estatal, y menos que, con tantas cabezas, no haya una que trate exclusivam­ente una necesidad muy sentida de miles de familias con niños y niñas con capacidade­s diferentes.

Hay que defender con uñas y dientes, hasta rabiosamen­te pudiéramos sugerir, lo que constituye una obra de amor por la justicia, la inclusión, la igualdad y el cuidado, la educación y rehabilita­ción de los niños con alguna discapacid­ad.

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