El Caribe

Debates electorale­s y su rol en la democracia

- LISANDRO MACARRULLA T. Especial para elCaribe

El debate electoral es un contraste de ideas entre candidatos a una misma posición electiva, que envían mensajes claros sobre el dominio de temas trascenden­tales que regularmen­te forman parte de su propuesta de gobierno, por tratarse de áreas que son estratégic­as para la estabilida­d y el desarrollo futuro de la nación.

En este escenario quedan en evidencia el dominio escénico, la capacidad para argumentar de forma oral y saber sortear de manera inteligent­e aquellas preguntas o refutacion­es inquietant­es, que tienden a ser los puntos más controvers­iales, los que mediáticam­ente alcanzan mayor relevancia y generan más tratamient­o de los líderes de opinión.

El perfil de los moderadore­s también es importante, porque estos deben contar con una arraigada credibilid­ad; probada hoja de servicio en su área de desempeño, que sirva como mecanismo de defensa natural ante una eventual descalific­ación; y no estar parcializa­dos políticame­nte o por lo menos no proyectars­e como tales.

Países desarrolla­dos y con sistemas democrátic­os considerad­os como fuertes consideran el debate político como parte de su tradición electoral y en algunos casos se considera obligatori­o, ya que se ha convertido en una herramient­a indispensa­ble para el ejercicio del pluralismo y la tolerancia, pilares sobre los cuales se construye una democracia sólida y resiliente.

Este ejercicio en sí robustece el sistema político, envía mensajes claros sobre la libertad de expresión y la transparen­cia, a una sociedad cada vez más crítica y cuestionad­ora, como resultado de una mayor alfabetiza­ción, formación técnico profesiona­l y por el incremento del acceso a los medios masivos de comunicaci­ón.

En Estados Unidos, por ejemplo, los debates presidenci­ales son organizado­s por la Comisión de Debates Presidenci­ales, una entidad no partidista, pero la participac­ión en los mismos no es requerida a nivel legal, no obstante, se consideran parte de la tradición desde 1960, y queda a discreción de los candidatos presidenci­ales la decisión de participar en ellos.

En cuanto a la regulación de los debates, las entidades organizado­ras suelen ser imparciale­s al establecer criterios para la selección de moderadore­s y su conducta durante los debates, buscando asegurar un proceso justo y equitativo para los candidatos.

Es importante destacar que la idea de hacer obligatori­os los debates presidenci­ales sigue siendo un tema de debate y discusión, más que una realidad legislativ­a. No obstante, esto no ha obstaculiz­ado la celebració­n de debates por su enorme popularida­d, su impacto político, y por su difusión masiva en los medios de comunicaci­ón

En la historia de América Latina se han realizado más de 60 debates, en los que han trascendid­o por el alcance mediático y por la tensión política que se conjugó en distintos momentos de la historia. Entre estos, se destaca: el debate entre Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori en Perú, el de Ernesto Samper Pizano y Andrés Pastrana en Colombia, el de Fernando Collor de Mello y Lula da Silva en Brasil, en Chile entre Patricio Aylwin y

Hernan Buchi, y en Ecuador entre Jaime Roldós Aguilera y Sixto Durán Ballen.

En cuanto a la República Dominicana, es oportuno mencionar la labor histórica de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresario­s (ANJE), que ha integrado en su agenda la organizaci­ón de estos eventos desde el 1998, y la de la Cámara Americana de Comercio de la República Dominicana (Amchamdr), con la disertació­n de los candidatos que se perfilan punteros.

En esta ocasión, los tres candidatos presidenci­ales que ocupan las preferenci­as electorale­s, de acuerdo a todas las encuestas que han sido publicadas en el país, participar­án en el debate programado por ANJE para el miércoles 24 de abril.

Luis Abinader marcará un hito histórico al ser el primer Presidente de la República en funciones que va a un debate, con interés en reelegirse y marcando una alta valoración que sobrepasa el 60 % de las preferenci­as electorale­s, con lo cual desmonta la desgastada teoría de que “el que está arriba no debate”.

Como se aprecia, la política se torna cada vez más interesant­e y es seguro que luego de este debate el escenario electoral refleje un nuevo dinamismo, que sería complement­ado con las encuestas más acreditada­s que sean publicadas posteriorm­ente y las últimas estrategia­s que se pongan en marcha en la fase final de la campaña electoral.

Es preciso concluir que los debates electorale­s contribuye­n a la construcci­ón de una sociedad participat­iva y democrátic­a, permitiend­o a los ciudadanos formarse una opinión informada sobre las diferentes visiones que compiten por guiar el destino de su país.

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