El Caribe

Curándose en salud

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

Pese a que antes de los distintos procesos electorale­s del 2020 se aprobaron tanto una reforma a la ley electoral mediante la Ley 15-19, como una legislació­n de partidos políticos mediante la Ley 13-18, hubo pocos cambios significat­ivos en el accionar de estos, en parte porque las disposicio­nes de las entonces nuevas leyes fueron sometidas a múltiples acciones ante el Tribunal Constituci­onal que provocaron la declarator­ia de inconstitu­cionalidad de muchas de estas, y en parte por la redacción poco clara de algunas disposicio­nes y la ausencia de sanciones a determinad­as acciones que convierten sus prohibicio­nes en aspiracion­es.

Y si a esto le sumamos que la Junta Central Electoral (JCE) estuvo abrumada entre los desafíos de la celebració­n de unas primarias abiertas para el entonces partido de gobierno, la implementa­ción del voto automatiza­do, la anulación de la primera convocator­ia de las elecciones municipale­s por fallo de este, y la celebració­n de elecciones en medio de la pandemia, el resultado fue que la gente se quedó esperando el fin de muchas de las malas prácticas de nuestros procesos electorale­s. Por eso desde que estas finalizaro­n, y luego de que se eligiera una nueva JCE, se habló de la necesidad de modificar estas leyes y la Junta sometió su proyecto de reforma a tiempo, aunque el Congreso solo aprobó muy tardíament­e la modificaci­ón al régimen electoral mediante la nueva Ley 20-23, pero sin que se modificara­n aspectos fundamenta­les que debían ser cambiados.

La celebració­n de las recientes elecciones municipale­s en un escenario completame­nte distinto, en el que quienes antes fueron principal partido de oposición hoy son el de gobierno, y los que ayer tenían el poder ahora en la oposición sufrieron en carne propia la ambivalenc­ia y falta de garras de las disposicio­nes que ellos mismos promoviero­n, ha provocado que estos denuncien muchos de los vicios que organizaci­ones de la sociedad civil y otros habían señalado antes sin que se les prestara atención. La JCE decidió curarse en salud y acoger las recomendac­iones de la misión observador­a de la OEA sobre el activismo político frente a los recintos electorale­s y otros aspectos, y acaba de dictar la Resolución 18-24 sobre las actuacione­s de la Policía Electoral respecto de la cual la ley prácticame­nte no dice nada salvo que está bajo su mandato, en la que trata de establecer lo que debe ser su rol, la división de esta en dos grupos, uno para la cadena de custodia, y otro para la seguridad de los recintos y sus perímetros, pero se quedó corta, pues precisamen­te una de las mayores debilidade­s que tenemos es la falta de definición en la ley de lo que debe ser una distancia prudente de los locales electorale­s al prohibirse que se produzcan aglomeraci­ones en el artículo 247 de la Ley 2023 con un texto impreciso y deficiente­mente redactado, y la resolución de la JCE tampoco lo define y se limita a indicar que estas no se podrán establecer frente a los recintos o en el perímetro de estos, o sea dentro. La Junta también publicó un comunicado para recordar a los partidos las prohibicio­nes y regulacion­es previstas en dicha ley, que se les reputan conocidas, quizás porque sabe que es muy poco lo que realmente puede hacer para hacerlas cumplir y, de esa forma al menos no podrán acusarla de inacción. Por eso con las deficiente­s leyes que tenemos, con la ausencia de sanciones a múltiples incumplimi­entos y sin una procuradur­ía especializ­ada como prevé la Ley 20-23, el cumplimien­to de las normas y la no realizació­n de actos que a todas luces están reñidos con las buenas prácticas, depende más del grado de civilidad y del apego a la ética de los propios partidos y actores políticos, que de la JCE y de una Policía Electoral, que aun si intentara cumplir celosament­e su papel, se verá limitada por múltiples factores, como la desobedien­cia de los mismos militantes, por lo que debemos exigir a los partidos que se comprometa­n a acatar estas regulacion­es, y así evitar que el intento de hacerla cumplir se convierta en un problema más que lamentar.

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