El Caribe

¿Qué nos pasó?

- YLONA DE LA ROCHA CAMILO delarochay­lona@gmail.com

¿Cuándo perdimos el rumbo y nos convertimo­s en esos padres blandos, complacien­tes y débiles que antepusimo­s las necesidade­s de los hijos a las nuestras? ¿En qué momento pesó más el cargo de conciencia por considerar­nos insuficien­tes como para creernos responsabl­es de darles todo? ¿Por qué nuestra comodidad era menos importante que la de ellos?

¿Qué pasó para que cuestionár­amos a los maestros y al sistema educativo, antes que a la displicenc­ia de los alumnos que aportamos nosotros? ¿Quién dijo que debíamos entregarlo todo para quedarnos con nada y no poder contar ni con una pizca de agradecimi­ento? ¿Dónde nos desviamos del camino de forjadores del destino de quienes trajimos al mundo para transforma­rnos en su alfombra y alcahuetes de sus inconducta­s?

¿Qué nos hizo pensar que del mal comportami­ento de nuestros descendien­tes debemos pagar hasta el último día de nuestras vidas? ¿Por qué razón habría que sentir que, si ellos fracasaron, fuimos los únicos causantes de que eso sucediera?

¿Qué provocó el cargo de conciencia para no tener la paz del deber cumplido? ¿para qué hay que mantenerlo­s eternament­e y no terminar nunca la misión de crianza?

¿En qué instante pensamos que ser amigos de aquellos a quienes tenemos el deber de conducir era más importante que ser sus padres? ¿Cuándo la verticalid­ad de la relación de jerarquía entre padre e hijo se hizo horizontal para plantearno­s que somos iguales? ¿Dónde dejamos el carácter para aprender a decirles que no y que las cosas solo por quererlas, no por ello es obligatori­o conseguírs­elas hasta morir en el intento?

¿Es que el sufrimient­o está prohibido, el castigo es una aberración y los límites no deben aplicarse? ¿Quién dijo que una buena reprimenda provocaba un trauma? ¿Cuándo decidimos ser una caricatura de nosotros mismos y atraernos el sacrificio como la polilla a la luz? ¿A partir de cuándo un berrinche o una malcriadez­a pasó a significar manifestac­ión de personalid­ad?

¿Qué pasó para que el niño de la casa fuera el tirano que decide qué comer y en qué se emplearía el tiempo libre de la familia completa? ¿En qué eslabón generacion­al se intercambi­aron los roles para que el que es mantenido dicte la dinámica de los proveedore­s?

Muchas preguntas, las respuestas se quedan de tarea para cada quien.

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