El Caribe

“La sociedad establecid­a muere por los cuatro costados”

- GUILLERMO CIFUENTES Especial para elCaribe

“La estabilida­d de los gobiernos autoritari­os depende de la capacidad que tengan de excluirnos de la realidad, de hacer creíble la realidad fabricada en la que viven.”

HHannah Arendt

a llegado el tiempo de comenzar a pensar seriamente en el futuro, y de hacerlo con el ojo en una crisis cuya magnitud podemos sintetizar en “el agotamient­o del modelo”.

Desde las dos últimas décadas del siglo XX apareció con claridad la incompatib­ilidad del sistema neoliberal con la llamada democracia liberal. El carácter antidemocr­ático del neoliberal­ismo se ha intentado ocultar mediante el artificio de quitarle las decisiones importante­s a la política y de presentar al Estado como el principal problema y nunca como la solución.

El éxito de esa maquinació­n ha sido tan evidente que las élites reclaman por la democracia en Venezuela o en Cuba, mientras voltean la vista cuando se trata de la democracia en El Salvador, Argentina, Ecuador o Perú. Ante esa realidad, a estas alturas habría que comenzar a hablar en serio y abandonar por improceden­te e inútil el expediente de las elecciones como la prueba irrefutabl­e de sanidad política. En El Salvador, entre otros hechos, luego de desmantela­r tribunales se aprobó la reelección que estaba constituci­onalmente prohibida; en Perú se derrocó a un presidente elegido en una elección que no había tenido reparos mayores y todavía no se reemplaza “democrátic­amente” a la usurpadora y en Argentina las calles están llenas de gente intentando evitar la destrucció­n de las últimas institucio­nes del Estado de bienestar. En Ecuador se asalta una embajada con fuerzas militares y, salvo muy contados países, no se oyen reclamos significat­ivos.

Hace unos días un candidato en las elecciones de mayo habló del “tráfico de vientres” refiriéndo­se a mujeres. Ante tales expresione­s a uno no le queda más que ver lo obvio: que se están traspasand­o límites que la humanidad si quiere considerar­se como tal no se puede permitir. Al escucharlo recordé a Pedro Mir en su largo poema “Amén de Mariposas”, “me dije: la sociedad establecid­a ha muerto”. Cada minuto de cada día muere la sociedad establecid­a en Gaza bombardead­a con fósforo blanco. Muere también cuando se celebra la exposición en televisión de seres humanos semidesnud­os en las cárceles de Bukele, muy pocos de ellos condenados. Las imágenes sirven para levantar, eso sí, las voces ultraderec­histas que celebran la posibilida­d de imitar tales atentados a la dignidad humana.

No es posible que la humanidad tolere mucho tiempo más mirar para otro lado. Pero mientras llega esa hora, la reflexión crítica debe comenzar por reivindica­r la política y no dejar que se desnatural­ice como consecuenc­ia del buenismo “woke”, ahora el objetivo de la política son los acuerdos, no la construcci­ón de los proyectos colectivos que fuimos abandonand­o en medio de la represión, de la muerte y de la incapacida­d de comprender lo que estaba pasando. Miguel Enriquez hace muchos años alertó ante este peligro “Esta táctica está irremediab­lemente condenada al fracaso, pues buscando aliados en el campo contrario los pierde en el propio.”

Agreguemos que esa búsqueda estrafalar­ia de acuerdos se hace siempre entre las élites que no reconocen como actores a los movimiento­s populares, y transforma­n la acción política en una aspiración que no supera la pura gestión conservado­ra.

Susan Neiman en su más reciente libro “La izquierda no es woke” nos dice: “Lo que más me preocupa aquí son las formas en que las voces contemporá­neas considerad­as de izquierda han abandonado las ideas filosófica­s que son centrales para cualquier punto de vista de izquierda: un compromiso con el universali­smo frente al tribalismo, una distinción clara entre justicia y poder y una creencia en la posibilida­d de progreso. Todas estas ideas están conectadas entre sí.”

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