El Tiempo

Una catarsis en Odas, de Avelino Stanley

- Antonio Cedeño (Macho)

Allí entrega su esfuerzo de toda una vida, allí pone sus sentimient­os al servicio de las causas más nobles de su lar nativo, y allí también muestra en la palma de su mano, con toda franqueza, la esperanza como la única razón que nos deja vivir el día siguiente, el otro, el que ha de traernos el tan añorado bienestar.

Como odas al fin, hay en esta obra una amplia gama temática. Muchos de estos poemas se leen con sencillez. Pero no piense el lector que se trata de una poesía cándida. ¡Jamás! No lo es, primero, porque la sencillez no es una debilidad, sino un estilo.

Y, segundo, no lo es, porque se encuentra uno en el inmenso cañaveral de poemas que forman este libro de versos que constituye­n verdaderos trozos poéticos para ser saboreados por aquellos que saben distinguir el bagazo del guarapo. Veamos. Del poema “La noche”, se lee: “la noche oscura tropieza / con su propia oscuridad”.

Por igual, del poema “Odas higüeyanas”, se lee: Este río, ya no ríe. Ya no canta, tiene piedra en la garganta. Y, por supuesto, el acertado verso de su nieto la noche los congela. Se canta en el libro, además, a unos “amores celebres”, entre una profesora del pueblo, Fiordaliza, bella como toda higüeyana, y el doctor Balaguer, no solo castrador de esperanzas, sino también de ilusiones del corazón femenino.

Por supuesto, como era común todo con aquel hombre, aquellos fueron amores “supuestos”, porque en Balaguer, pocos detalles del corazón eran expresivos.

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