Denis Mota Álvarez
¿Cuáles fueron los amores célebres? Los de aquella profesora “rubia como las espigas doradas/ del arrozal”, de nombre Fiordaliza, “reina de estos atributos/ quedando el doctor Balaguer rendido/ de amores fue requerida/ amores que ella entregó/ a la capital se trasladó”. Esta historia de amor es cantada y contada por el poeta.
¿Cómo no registrar esos chismes célebres que circulaban en la duermevela higüeyana, sazonados por los enigmas que generaba ese ser y no ser en la personalidad huidiza de Joaquín Balaguer?
Las crónicas poéticas se suceden entre la alegría y los recuerdos, entre los personajes imperecederos en la memoria del historiador contemporáneo y coterráneo que, sin embargo, prefiere el verso, desde la oda, para recordar en un poema emotivo al padre ido: Y viviré sólo con mis tristezas y mis dolores, en un ambiente cargado de soledades, añorando el recuerdo, De tus amores. Viviré con mis saudades. Las odas higüeyanas reconstruyen la cultura y la religiosidad en sus manifestaciones marianas, expresadas en las cofradías de Los toreros de la virgen, en el sincreTismos de los negros y en un folclor que toma cuerpo con el nacimiento de las fiestas de atabales y el baile de los palos, el carnaval y ese espacio social y escenario de diversión que fue el Bar Oriente, donde inspiraron y levantaron vuelo grandes amores, hasta que veinticinco años después el fuego habría de consumir aquel viejo caserón en un espectáculo desgarrante, que marcó la memoria colectiva de varias generaciones de higüeyanos, reviviendo en la conciencia histórica el drama del incendio de la Biblioteca de Alejandría.
La montonera y el canibalismo político de Horacio y de Jiménez, a principios del siglo XX, son abordados de forma jocosa por el poeta: Vi correr sobre sus aguas dos gallos politizados: el coludo con el bolo