El Tiempo

El nombramien­to de Trujillo como embajador

- Antonio Cedeño (Macho)

Cuando llegamos a nuestro destino, Lázaro nos dijo que tenía dificultad­es en el pie derecho para andar, por lo que usaba una bicicleta: primera caída, se refería a las diez estaciones que caminó Jesús el Nazareno, en la ruta hacia el Calvario.

Nosotros lo tomamos como que todavía había que esperar más tiempo hasta que Trujillo fuera derrotado, y le contestamo­s como si nos hubiéramos puestos todos de acuerdo: si maestro el camino es largo, y hay que caminar mucho.

Nos desmontamo­s y se escuchaba la emisora La Voz Dominicana, en el radio de don Ulises Santana, desde el colmado de provisione­s ubicado cerca del molino de viento donde acudían los lugareños en busca del preciado líquido, con un pimentoso merengue escrito por el poeta azuano, Héctor J. Díaz, “recogiendo limosna/ no lo tumban/ que va gallo que va/ no lo tumban / que va gallo que va / no lo tumban.

Una grabación de una alocución hecha por el Generalísi­mo Doctor Rafael Leónidas Trujillo, dirigida al pueblo dominicano, manifestab­a que “andarían barbas y sesos, volando como alas de mariposas”; implicaba lo que les sucedería a los prisionero­s y a los que se encontraba­n en las escarpadas montañas de Constanza, Maimón y Estero Hondo.

La noche anterior había caído una preciosa llovizna y cien canteros sembrados de lechuga, rábano, remolacha, zanahoria, pepino, berenjena, tomate, tayota, ají, guandule, repollo, y otros, preparados para el trasplante, esperaban en el huerto escolar, donde la comunidad recogía sus ensaladas gratuitas al pasar por el club, que era un camino, debido a que el camino vecinal era un charco de agua y lodo intransita­ble hacía un barrio de Santana.

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