El nombramiento de Trujillo como embajador
Cuando llegamos a nuestro destino, Lázaro nos dijo que tenía dificultades en el pie derecho para andar, por lo que usaba una bicicleta: primera caída, se refería a las diez estaciones que caminó Jesús el Nazareno, en la ruta hacia el Calvario.
Nosotros lo tomamos como que todavía había que esperar más tiempo hasta que Trujillo fuera derrotado, y le contestamos como si nos hubiéramos puestos todos de acuerdo: si maestro el camino es largo, y hay que caminar mucho.
Nos desmontamos y se escuchaba la emisora La Voz Dominicana, en el radio de don Ulises Santana, desde el colmado de provisiones ubicado cerca del molino de viento donde acudían los lugareños en busca del preciado líquido, con un pimentoso merengue escrito por el poeta azuano, Héctor J. Díaz, “recogiendo limosna/ no lo tumban/ que va gallo que va/ no lo tumban / que va gallo que va / no lo tumban.
Una grabación de una alocución hecha por el Generalísimo Doctor Rafael Leónidas Trujillo, dirigida al pueblo dominicano, manifestaba que “andarían barbas y sesos, volando como alas de mariposas”; implicaba lo que les sucedería a los prisioneros y a los que se encontraban en las escarpadas montañas de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
La noche anterior había caído una preciosa llovizna y cien canteros sembrados de lechuga, rábano, remolacha, zanahoria, pepino, berenjena, tomate, tayota, ají, guandule, repollo, y otros, preparados para el trasplante, esperaban en el huerto escolar, donde la comunidad recogía sus ensaladas gratuitas al pasar por el club, que era un camino, debido a que el camino vecinal era un charco de agua y lodo intransitable hacía un barrio de Santana.