La Playita, un paraíso natural donde el almuerzo escolar llega en yola y a caballo
LA PLAYITA, BOCA DE YUMA. Cuando se habla de La Playita, la mayoría de los residentes de La Altagracia retratan la fotografía mental de una franja de costa virgen, con candente sol y agua cristalina. En parte, es así.
Sin embargo, es mucho más de lo que cualquiera que no haya interiorizado su territorio puede imaginar: 426 familias que viven de la agricultura, la ganadería y de la pesca, en medio de condiciones inhóspitas.
Y hay más: seis niños conforman la matrícula escolar de un paraje al que tanto el Gobierno central como las autoridades municipales de Yuma y Boca de Yuma les han negado todo, salvo recibir diariamente las raciones del desayuno, merienda y almuerzo en la escuela, por el improvisado centro multigrado (del primo al cuarto de primaria) estar calificado por el Ministerio de Educación dentro del programa de Jornada Escolar Extendida.
No hay energía eléctrica oficial, sus residentes padecen de falta continua de agua potable, y para llegar al lugar es necesario abordar una embarcación, ya que el tramo de seis kilómetros que comunica a ese paraje con Yuma, está completamente intransitable.
Sin embargo, las bondades naturales de esa comunidad lo enmarcan dentro de lo que podría denominarse un paraíso ecoturístico, por poseer playa, sol, manantiales y una vegetación exuberante, ya que está situado a pocos metros del Parque Nacional Cotubanamá. El paraje cuenta, además, con las secciones La Bruja y Pileta Honda, entre otros.
La escuelita
Los niños de La Playita sólo tienen oportunidad de llegar hasta el cuarto grado de la educación, en la Escuela Básica La Playita. Las clases son impartidas en un centro educativo de dos aulas, una de las cuales no puede ser utilizada, porque no cuenta con las condiciones hábiles.
Debido al deterioro en que se encuentra el centro en estos momentos, sólo tiene una matrícula de seis estudiantes. Los sanitarios, reales letrinas, tampoco están hábiles para que los escasos estudiantes y el profesor puedan realizar sus necesidades fisiológicas.
“El año pasado tenía 17 estudiantes, pero la mayoría de los padres decidió enviar a sus hijos a Boca de Yuma, por el temor de que salgan lesionados en la propia escuela, ya que permanentemente caen pedazos de cemento del techo”, explica Rafael Castillo Mota, dirigente comunitario de esa comunidad.
El multigrado tiene un sólo profesor que ofrece clases a esos seis niños que cursan del primero al cuarto de primaria. “He reportado ese problema de la escuela muchísimas veces, pero en el Distrito Educativo de Yuma me dicen que no pueden intervenirla, por la baja matrícula”, manifestó Castillo.
Y con un ahogado grito de impotencia, sostiene: “Mire, esos niños cruzan el río todos los días para ir a la escuela, pero cuando el mar está guapo, ahí es que la cosa es dura, por el peligro que representa; entonces, lo niños pierden la clases”.
La media docena de niños a quienes sus padres no pueden costear el viaje de ida y vuelta, han tenido que quedase en el improvisado centro educativo.
“La escuela no tiene energía eléctrica, lo que representa un problema para los niños, ya que el aula en la que toman clases se torna oscura, pues sólo reciben claridad de los rayos del sol a través de las ventanas”, sostuvo.
De su lado, Jesús Medina, profesor de la escuela, informó que lleva once años impartiendo docencia allí. “El Ministerio de Educación nos apoya en algunas cosas. Necesitamos que a la escuela se le instale energía eléctrica, el arreglo de los baños, del trecho y que la pinten. En lo que no se descuidan es con la alimentación, porque es tanda extendida y tanto el desayuno, almuerzo y merienda son enviados desde Boca de Yuma”, aseguró Medina.
Sin embargo, para que la alimentación llegue a la escuela, los niños se ofrecen a buscarla a bordo de un caballo.
Agropecuaria y pesca
En esta zona rural, pero paradisíaca de Boca de Yuma, residen unas 426 familias distribuidas en el paraje La Playita y las secciones La Bruja y Pileta Honda. Su principal sustento proviene del cultivo de habichuelas negras, criar vacas y chivos, y en menor proporción, la pesca.
Rafael Castillo Mota comenta que de esa zona diariamente son vendidos tres mil litros de leche y hasta cuatro mil quintales de habichuelas negras. “Algunos de los habitantes de aquí tienen chivos y conucos en donde cultivan pláta-
nos y yuca. Todo lo que producimos aquí lo vendemos en Boca de Yuma, San Rafael e Higüey”, precisó Castillo Mota.
Sin embargo, subraya que trasladar a las comunidades cercanas sus productos se torna una odisea permanente, ya que el camino vecinal de seis kilómetros que comunica a Yuma es completamente intransitable, por lo que la producción debe ser sacada en animales como caballos o burros.
Para hacer construcciones o reparar sus viviendas, deben pagar hasta un doble pasaje a un camión, porque deben costear el monto de los neumáticos, ya que casi siempre se explotan en la accidentada carretera.
“Si el Gobierno se preocupara por arreglar ese camino, aquí la gente pudiera tener un mejor nivel de vida”, exclamó el activista social.
La salud, a una yola de distancia
Embarcarse en una yola que atraviese la riada del Yuma, es el recurso con el que cuentan los residentes en La Playita para salvar la vida de uno de sus residentes, cuando se produce una emergencia a cualquier hora del día o de la noche.
“Aquí no hay nada. La junta de vecinos tiene a una persona para representar el sector Salud, y hemos hecho de todo para que nos instalen un dispensario médico o hasta que nos envíen los medicamentos básicos para dar los primeros auxilios a los residentes, pero tampoco hemos podido conseguir esa conquista”, dijo desesperanzado don Rafael.
A seguidas, agrega: “Cuando alguien se pone malo (enferma), hay que salir con ese enfermo, cruzar el río y seguir para Yuma o para Higüey, porque tampoco en Boca de Yuma hay medicamentos. Corremos el riesgo de que los pacientes se mueran en medio del río”.
Sin energía oficial
“Estamos viviendo una calamidad, estamos completamente olvidados”, dice y repite Rafael Castillo Mota, principal activista social de La Playita.
El agua nos llega a través de una tubería desde Boca de Yuma, pero muchas veces dejan de enviarla hasta cinco días, proclama.
Y, agrega: “aunque algunos tenemos energía eléctrica, es porque yo mismo hice la instalación, lo que me salió por más de 300 mil pesos. Fui a EDE Este con la lista de los usuarios que queríamos energía, pero nos dijeron que no era rentable el trabajo que debían hacer con relación a la facturación que iban a tener”.
Explicó que la labor de distribución que debía hacer la empresa estatal era de unos 1.2 kilómetros de redes, por lo que en la comercial de Higüey le indicaron que “era más costosa la instalación que debían hacer, que lo que nosotros íbamos a pagar”.
Es por esto que Rafael se decide a hacer la inversión y desde hace alrededor de dos meses su residencia tiene energía y, por ende, algunas casas en los alrededores.
Sin embargo, pese a la situación de esa comunidad, las empresas Claro Dominicana y Sky escucharon el llamado de los residentes y decidieron hacer negocios con ellos, convirtiéndolos en sus clientes. Hay unos 30 clientes de Claro con parábola. Ahora, todos los que han solicitado el servicio, lo han convertido en clientes, contrario a la posición asumida por EDE Este.