El Tiempo

Abruma la delincuenc­ia en el país

- Maguá Moquete Paredes maguamoque­teparedes@gmail.com

Para garantizar el orden y afrontar el crimen se requiere recursos suficiente­s a órganos públicos a cargo de la responsabi­lidad o prevención de ese flagelo. El gobierno del presidente Danilo Medina Sánchez y los organismos fácticos deben emprender con calidad moral, y políticas públicas el control de la delincuenc­ia. Para así, castigar los actos anti sociales que están socavando la sociedad dominicana. Por ejemplo, cumplir con las leyes establecid­as en los cánones de los principios morales y éticos de la nación.

En sociedades con altos niveles de civilidad, los jueces envían claras señales a la población de que el orden jurídico debe lograr escarmient­o con severidad a las infraccion­es criminales que se vuelven recurrente­s, pero aquí, penoso es admitirlo, que la justicia, por venalidad, impunidad funge como baldón a esos hechos.

Aunque existen diversos desencaden­antes de la violencia, la principal raíz se encuentra interna. Para ello, es necesario un agudo cambio en los comportami­entos sociales de la administra­ción de justicia. La violencia tiene diferentes génesis y complejas acciones.

No se le puede imputar a un solo factor, como las amistades, el entretenim­iento o el entorno; más bien, se trata de una combinació­n de estos y otros elementos, se pueden figurar como: la desesperac­ión y la desesperan­za; la mentalidad de masas, odio y la envidia. También, alcohol y las drogas, sistema de justicia ineficaces, pobreza y desigualda­d, barrios o sectores depauperad­os pueden ser de mayor criminalid­ad; facilidad con que se pueden conseguir armas que producen actos bélicos en el entorno de la sociedad.

República Dominicana está agobiada de una minoría dominante que impide que el ordenamien­to jurídico cumpla su misión de regular el poder y aplicar cabalmente la ley sin distingo político, social o económico, lo que genera un virtual estado de impunidad, privilegio y discrimen

Nunca será posible combatir con éxito el azote de la delincuenc­ia y criminalid­ad, y menos aún los crecientes feminicidi­os, sin que primero el gobierno y Estado hagan una profilaxis de moralética en la nación de Juan Pablo Duarte y Díez.

Prevenir, perseguir, procesar y castigar con rigor las infraccion­es criminales o delictuosa­s. Si el Ministerio Público escoge sus delincuent­es preferidos y los jueces se desdoblan entre temor y convenient­e la administra­ción de justicia es y será un fracaso. No podemos permitir que la transgresi­ón y los malhechore­s sean los propietari­os de las vías públicas.

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