El Tiempo

Un final inesperado

- Oscar Quezada oquezada@editorabav­aro.com

TCasi caída la noche del pasado lunes, cuando regresaba a Higüey, donde residía por cuestión de trabajo, una bala que salió de la nada apagó la vida de Héctor Luís Cruz Báez, mientras viajaba en un autobús de transporte público.

El proyectil que mató a este hombre irrumpió el cristal del vehículo y se alojó luego en su cabeza. Las imágenes muestran a este hombre cual si estuviera dormido, lo que es común entre quienes experiment­an la dulce sensación de viajar largas distancias sin el sagrado compromiso de un volante en las manos.

Héctor Luís quizás iba entretenid­o escuchando música o registrand­o los puntos que los viajeros toman de referencia para medir el tiempo estimado de llegada. Quién sabe. O tal vez fabricando un plan mental para mudar a La Altagracia a su familia, esposa e hijos, si los tenía, como hicimos quienes optamos por vivir y trabajar en diversos quehaceres en esta provincia.

Lo único cierto es que a sus 30 años Héctor Luís murió de forma fatal, como nadie se merece, ni el más desalmado de los seres humanos. Todo ocurrió tan rápido que posiblemen­te muchos pasajeros se proyectaro­n en aquel cuerpo sin vida, ensangrent­ado, que yacía en un asiento convertido en lecho de muerte.

Ojalá que el final inmerecido y amargo que tuvo Héctor Luís sirva al menos para reflexiona­r en torno al misterio envolvente de ese concepto indescifra­ble llamado muerte.

Cualquiera pudo haber sido el desafortun­ado. Pero el turno gris de irse a destiempo fue para Héctor Luis. Ninguna investigac­ión, por objetiva y justa que sea, será jamás suficiente para calmar a una familia con el corazón vuelto añicos en este momento de angustias y desolación.

Saber si fue una bala perdida o un atentado con fines deliberado­s, servirá para imponer castigo al responsabl­e de un hecho abominable; repudiable. Determinar una cosa o la otra, es un asunto que les compete a los investigad­ores del Ministerio Público y la Policía Nacional.

Será sólo cuestión de tiempo, si es que existe realmente la voluntad de conocer a fondo las circunstan­cias que circundan la bala que lapidó esta vida útil. Mientras tanto, a los que vieron de cerca un episodio criminal poco común les queda el sabor amargo de una experienci­a no deseada.

¿Por qué ocurren estas cosas? Nadie lo sabe. Hay realidades que no resisten más que simples comentario­s, como este escrito. Ojalá que el final inmerecido y amargo que tuvo Héctor Luís sirva al menos para reflexiona­r en torno al misterio envolvente de ese concepto indescifra­ble llamado muerte.

Y también para ser cada vez más consciente­s de lo tenue y sensible que es la vida.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic