¡Esto debe parar ya!
LEl deceso de un ser humano resulta siempre un hecho difícil de asimilar, aunque se trate de una realidad inevitable, porque quienes parten al mundo de los muertos son seres amados por parientes y amigos, quienes se quedan con una estela de dolor mezclado con recuerdos y vivencias que serán irrepetibles.
Pero cuando la muerte trágica toca las puertas de una familia, ese dolor se eleva a la máxima potencia. Resulta inaceptable saber que alguien se atribuyó el derecho supremo de quitarle la vida a un semejante.
Y es ese sufrimiento espantoso el que en este momento inunda a los hijos, esposa, padres, hermanos y vecinos del abogado Santos Cedeño, a quien unos pistoleros mataron a tiros la tarde del pasado miércoles, por razones que hasta el cierre de la presente edición era investigada por la Policía de La Romana.
¿Qué motivo tan poderoso puede mover a alguien para disponer del bien más valioso que pueda existir, la vida? ¿Por qué ocurren estas cosas en una sociedad que se asume civilizada? ¿Hasta qué punto seguirá ascendiendo la espiral de violencia que sacude la simiente de la sociedad dominicana por cada rincón de su angosta geografía?
Para mala fortuna, ninguna de estas preguntas tienen respuestas que puedan calmar la angustia de ciudadanos que hace mucho renunciaron incluso a sentarse enfrente de sus casas, por temor a que un minuto de armonía termine en una eterna agonía.
Santos Cedeño, un profesional del Derecho y de quien se dice era pastor de Iglesia cristiana, fue sorprendido por unos hombres que lo atacaron cuando pasaba a recoger un hijo al colegio.
Cada día, cada instante, en cualquier lugar se reportan muertes similares, de forma violenta y salvaje. La gente anda con recelo en las calles, porque se resiste a morir de manos de desalmados que desafían, de manera franca y abierta, a las autoridades responsables de garantizar orden y seguridad.
La sociedad dominicana necesita y reclama un espacio de respiro en medio de tantas noticias infaustas. ¿Quién le devuelve la vida a este profesional? ¿Qué decirle a su familia, a sus hijos, que no verán jamás a su padre llegar a casa? ¿Cómo revertir lo irreversible?
Ese ‘basta ya’ a las muertes violentas es responsabilidad de todos. Sentarnos a esperar solución no es una buena idea, mientras los malos se adueñan de la tranquilidad y la certidumbre de millones de dominicanos. Esto debe parar.