El martirio de los días para algunos
Al igual que cada generación necesita explorarse, verse en su cultura, responderse a sí mismo, asumir responsabilidades, sentirse algo en la vida, ya sea como protagonista o servidor, también requerimos un trabajo donde ganar el pan con dignidad. No hay mayor martirio que la ociosidad por mandato.
El talento hay que transformarlo en genio, y tampoco tenemos otro modo de hacerlo, que injertando decencia en la labor. No interpongamos más penurias en el camino de la vida. Como derecho y deber, el mundo laboral no debe dejar a nadie en la exclusión, inclusive aquellos con discapacidad deben salir y demostrar que pueden trabajar.
Impulsar la justicia social, promover la consideración entre culturas; son asignaturas pendientes entre los humanos de todos los países y nacionalidades.
Bien es verdad que, en ocasiones, somos una auténtica contradicción entre lo que decimos y lo que realmente hacemos, con la consabida degradación del espíritu humano. Sabemos que el uso, la explotación o la posesión de los recursos naturales, algunos tan necesarios y básicos como el agua, pueden desencadenar guerras; sin embargo, apenas hacemos nada por activar la punición al derroche. Lo mismo nos sucede, con esa legión de devotos del dios soborno, dispuestos a cualquier cosa con tal de arrebatar poder. Frente a tantas coacciones injustas, la dignidad no parece estar más que de palabra en los foros. Y esto es grave, gravísimo, en la vida de las gentes.