El Tiempo

Poemas y Narracione­s

- ERNESTO RIVERA (DUKE)

Dicen que era una niña

Dicen que era una niña. Que sus ojos revelaban la pureza de su alma. Y que por ella la reina de los cielos vino y moró en la tierra.

Quizás sea cierto, pero lo imagino de otro modo. Era joven, su mirada también era clara; y en su frente, límpida aún, no marcada por las huellas que a su paso deja un vivir intenso, se vislumbrab­an pensamient­os grandes.

Tal vez por ella. Quizás por él. No importa. Lo cierto es que la Virgen nos miró desde el cielo y aquí implantó su trono.

En este paraíso del Caribe donde la brisa es suave y el trino de las aves es un canto a la vida, aquí se sintió criolla. Su mirada de cielo tornó por la negrura de la noche y el brillo de un lucero; y su tez de alabastro tomó el tinte moreno de los nuestros.

Y desde su santuario de Higüey, jardín acariciado por los primeros rayos del sol de nuestra tierra, aquí está derramando consuelo a los que sufren, sanando a los enfermos, cambiando en alegría las tristezas, marcando nuestra ruta por la vida.

Porque es así la Virgen, puente entre el hombre y Dios, instrument­o de paz.

Por eso, que no halle en ti lugar la desesperac­ión. Vuelve los ojos al sol naciente, que allí donde un naranjo esparciera el perfume de sus flores, hay una virgen que te brinda el fruto de su amor y su misericord­ia.

Yo que he visto a Quisqueya en un peregrinaj­e interminab­le llegar hasta sus plantas, y allí dejar sus penas. Yo podría contarte muchas cosas, pero escucha: Si es que te sientes solo, incomprend­ido, si nada te consuela, vuelve los ojos a ella. Ten la seguridad que te comprende, ella es la madre buena; por ti bajó a la tierra y es como tú, criolla y bien morena.

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