Poemas y Narraciones
Dicen que era una niña
Dicen que era una niña. Que sus ojos revelaban la pureza de su alma. Y que por ella la reina de los cielos vino y moró en la tierra.
Quizás sea cierto, pero lo imagino de otro modo. Era joven, su mirada también era clara; y en su frente, límpida aún, no marcada por las huellas que a su paso deja un vivir intenso, se vislumbraban pensamientos grandes.
Tal vez por ella. Quizás por él. No importa. Lo cierto es que la Virgen nos miró desde el cielo y aquí implantó su trono.
En este paraíso del Caribe donde la brisa es suave y el trino de las aves es un canto a la vida, aquí se sintió criolla. Su mirada de cielo tornó por la negrura de la noche y el brillo de un lucero; y su tez de alabastro tomó el tinte moreno de los nuestros.
Y desde su santuario de Higüey, jardín acariciado por los primeros rayos del sol de nuestra tierra, aquí está derramando consuelo a los que sufren, sanando a los enfermos, cambiando en alegría las tristezas, marcando nuestra ruta por la vida.
Porque es así la Virgen, puente entre el hombre y Dios, instrumento de paz.
Por eso, que no halle en ti lugar la desesperación. Vuelve los ojos al sol naciente, que allí donde un naranjo esparciera el perfume de sus flores, hay una virgen que te brinda el fruto de su amor y su misericordia.
Yo que he visto a Quisqueya en un peregrinaje interminable llegar hasta sus plantas, y allí dejar sus penas. Yo podría contarte muchas cosas, pero escucha: Si es que te sientes solo, incomprendido, si nada te consuela, vuelve los ojos a ella. Ten la seguridad que te comprende, ella es la madre buena; por ti bajó a la tierra y es como tú, criolla y bien morena.