La carta pastoral de los obispos
Como el obispo Juan Félix Pepén fue sacerdote de la iglesia San Antonio, en Gascue, donde Trujillo bautizaba niños y niñas; llegando tan lejos el padrinazgo, que los hijos de los militares rasos, sargentos, tenientes, capitanes, coroneles, buscaban por medio de cartas u otras formas ser escogidos por Trujillo como compadres.
Se hacía representar por otros militares o civiles para que fueran a la iglesia. Esa situación le ganaba un escalón celestial, y el diario El Caribe sacaba una página diaria, con las fotografías de los bautismos. Por eso Zenón Castillo de Aza entendía que Trujillo era el verdadero Benefactor de la Iglesia Católica, llegando a considerarlo más grande que el emperador Constantino, que pactó con la iglesia para asegurarse en el trono.
Trujillo adquiría compadres por decenas y centenas. El obispo Juan Félix Pepén no estaba con esa corriente, como se comprueba cuando él es quien busca al padre Rubio para que escriba la Carta Pastoral de 1961, cuyo texto dice: “Al Venerable Clero y a todos los fieles. Venerables hermanos y amados hijos en Cristo: Juntamente nos felicitamos con vosotros y nos regocijamos por haber podido, un año más, celebrar la hermosa fiesta de Nuestra Señora de La Altagracia, Reina, Madre y Protectora de la República Dominicana. Autoridades y pueblo, hermanados por el filial vínculo de la devoción a la santa Madre de Dios, que quiso poner su trono en la histórica Villa de Salvaleón de Higüey, han sabido prestar nuevamente su homenaje de fe, piedad y amor, a aquella que proféticamente dijo de sí misma: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.
Circunstancias delicadas, sin embargo, vinieron aponer una sombra de tristeza en tan bella festividad.