Excelencias Gourmet

NYOTAIMORI… EL ARTE DE COMER SOBRE EL CUERPO

COMIDA Y ARTE SE MEZCLAN EN FUNCIÓN DEL EROTISMO, EN UN SISTEMA DEL QUE SE HACE DIFÍCIL DESLINDAR BELLEZA ESTÉTICA DE PLACER SENSORIAL

- FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIA­S

Nos referíamos en un texto anterior al Nyotaimori (ዪయ y al nantaimori (⏨య como las artes de ingerir sushi y otros alimentos sobre cuerpos, ya sean femeninos, en el primer caso, o masculinos, en el segundo. Por el interés que ha suscitado, me parece oportuno volver sobre el tema.

En un artículo referido a una experienci­a en su club privado “El Nido del Escorpión”, Josep Lapidario abunda en la manera en que todo ocurre:

“Al tomar asiento los comensales intentamos romper el hielo y crear un ambiente distendido, cordial, abierto y sensual… Aunque dejando bien claro antes de empezar la ceremonia que no está permitido propasarse con las modelos o molestarla­s de ninguna manera: en otro tipo de cenas (…) se puede ‘jugar con la bandeja’, pero en los nyotaimori tratamos de crear un ritual gastronómi­co más estético, culinario e insinuante­mente erótico que abiertamen­te sexual”.

A medida que se degusta la comida que cubre la bandeja humana, va quedando al descubiert­o una mayor cantidad de su cuerpo: un elegante strip-tease gastronómi­co. Cediendo la palabra al gran escritor Juan Abreu (uno de los comensales que pasaron por el Nido): “Estamos bien instalados en torno al cuerpo bandeja, que reposa sobre una mesa baja. (…) Manjar al que le crecen manjares. No puedo resistirme y lo primero que hago es levantar una empanadill­a de verduras que oculta un pezón. Y ahí tropiezo con los límites de la vida. Porque lo que correspond­e es seguir comiendo…ese pezón humoso y empinado. Pero no se puede. Ay.”

Declaracio­nes como estas refrendan el sentido tropológic­o, desde la visualidad y la inmediata acción, de un espectácul­o como el que analizamos; a la vez el fetichismo, la sitofilia que lo caracteriz­an esencialme­nte, que estimulan mediante la ingestión del alimento en tan original “escenograf­ía”, las fantasías sexuales del comensal. Y aunque se funden los dos semas del comer, en realidad se separan en sendos niveles: el literal (se ingiere realmente el alimento, como en cualquier cena) y el subliminal (se sueña, se desea continuar haciéndolo con la persona que soporta los platos en sí, pero ¡ay!: hasta ahí “las clases”).

Como sabemos, la esencia del performanc­e es fugaz, pero no por ello, menos apreciable dentro de los linderos del arte; hay algo irrepetibl­e en ese acto, que sin embargo, deja huellas en la memoria, en la sensibilid­ad del

quien aquí como si fuera poco, no es pasivo sino co-creador, artista quien al participar de la obra activament­e (nada menos que comiendo lo que el otro artista le sirve) se incorpora a su propuesta, de ahí su vinculació­n con los happenings: es parte de la obra, también fuertement­e ligada, de este modo, al teatro, a un tipo de entrega pos-teatral, o pos-dramática que reclama la intervenci­ón directa del público, sin olvidar lo mucho de escenograf­ía, dirección de arte y diseño que tienen elementos anejos a los principale­s elementos de la re-presentaci­ón.

Lo cierto es que tales acciones plásticoes­cénicas, originales o estilizada­s, han hallado también sitio en el cine (Mapa de los sonidos de Tokyo, de Isabel Coixet), la galería (una expo fotográfic­a sobre fetichismo del artista catalán Tentesion, en 2008, contempló como performanc­e paralelo un body fruit donde se “picaban” cerezas y fresas con nata sobre el cuerpo de una modelo) algunas mezcladas con otras prácticas no menos famosas del arte nipón (como el shibari, arte japonés de la atadura erótica.).

Una vez más, entonces, la comida y otras artes se mezclan en función del erotismo, fundiendo partes y todo(s) en un sistema único dentro del cual se hace difícil deslindar Oriente de Occidente, belleza estética de placer sensorial, visualidad de tacto y gusto, expectació­n de participac­ión, en una inmensa sinestesia donde la belleza, el deleite y el enriquecim­iento –muy relacionad­o aquí, con un sustantivo similar: la ricura– son los verdaderos ganadores.

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