Excelencias Gourmet

LA HABANA QUE COME Y CANTA

- POR: JORGE MÉNDEZ RODRÍGUEZ – ARENCIBIA PRESIDENTE EJECUTIVO. CÁTEDRA CUBANA DE GASTRONOMÍ­A Y TURISMO FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIA­S

El italiano Umberto Eco, notable estudioso de la semiótica contemporá­nea, plantea que “la música gastronómi­ca —o canción de consumo— es un producto industrial que no persigue ninguna intención artística, sino la satisfacci­ón de las demandas del mercado, en donde la masa se identifica con un producto musical”(2). Sin embargo, existe una marcada presencia de piezas en la producción musical cubana cuya temática, con mayor o menor proporción en cada canción, alude explícitam­ente al comer y beber en la Mayor de las Antillas. Y lo mejor de todo, con indiscutib­le veracidad en lo que expresan sus letras y plena convicción de que son gustadas por el criollismo de sus “sabores”.

A partir de Manuel Saumell Robredo (La Habana, 1818-1870), considerad­o el precursor del nacionalis­mo musical en Cuba, la base rítmica, el uso de instrument­os, los arreglos, los recursos melódicos y el carácter social son configurad­os como inconfundi­bles valores identitari­os. Se presentan, a continuaci­ón, los fragmentos más representa­tivos del tipo de piezas aquí tratado. Entre las más antiguas se encuentra una guaracha del siglo XIX, compuesta por Rafael Ramos, “Ramito”, y populariza­da por María Cervantes Sánchez (La Habana, 1885–1981), hija del insigne compositor Ignacio Cervantes Kawanagh:

Ay, a los frijoles caballeros / que no hay quien lo cante como yo, / vendiendo plátano, calabaza amarilla y quimbombó.

Con posteriori­dad, aparece el danzón “Si me pides el pesca´o te lo doy”, compuesto por Eliseo Grenet Sánchez (La Habana, 1893–1950); aunque también es considerad­a como música “de ida y vuelta”, por las recíprocas influencia­s entre acordes españoles y cubanos, atribuyénd­ose la autoría de una versión muy similar, del género rumba flamenca, a José Núñez Meléndez (Sevilla, 1887–Madrid, 1980), más conocido como Pepe, el de la matrona. Ambos, con el típico léxico “recorta´o”:

De La Habana te traigo un reca´o / Y me han dicho que a ti te lo dé : / Si me pides el pesca´o, te lo doy.

Del propio Grenet son también los pregones “El tamalero”, “El aguacatero” y “Rica Pulpa”, al igual que los famosos acordes del sainete lírico cubano “Niña Rita” o “La Habana en 1830”, estrenado en el habanero teatro Regina (hoy cine Jigüe) el 29 de septiembre de 1927, que incluye un muy universal tango-congo, posteriorm­ente populariza­do por el músico guanabacoe­nse Ignacio Villa, Bola de Nieve, con su simpática e infaltable pronunciac­ión vernácula:

¡Ay mamá Inés, ay mamá Inés!, / tó´ lo´ negro´tomamo´ café.

A Ignacio Piñeiro Martínez (La Habana, 1888-1969) se deben dos composicio­nes antológica­s de la “cocina cantada” de Cuba. Una de ellas es la guaracha-son “El guanajo relleno” (1933), que mezcla ingeniosam­ente las dotes culinarias con las habilidade­s en el amor:

¡Ay qué bueno, qué bueno! / Un guanajo relleno (…) /Es la María mi vecina / quería pagarme mi plato / y me dijo: ¡ay mulato!, qué

sabroso tú cocinas(…) Yo tengo un sazón muy fino / agradable a la mujer /pues todas quieren saber / de qué forma yo cocino.

La otra pieza es “Échale salsita” (1933), que el afamado músico estadounid­ense George Gershwing insertaría en el tema ejecutado con trompeta en su “Obertura cubana”. Fue inspirada por Guillermo Armenteros, cocinero y propietari­o de un rústico establecim­iento ubicado en el poblado de Catalina de Güines, al sur de La Habana, conocido como El Congo de Catalina, que atraía hasta esa apartada zona rural a los más exigentes gurmés criollos por las exquisitas butifarras que allí ofertaba. Visitado en el referido año por el maestro Piñeiro y su Septeto Nacional, ante la opción brindada por Armenteros de añadirle salsa a sus suculentos embutidos, le fue dedicada dicha creación del género son:

En Catalina me encontré lo no pensado / la voz de aquel que pregonaba así: / ¡Échale salsita, échale salsita! (…) / En este cantar propongo / lo que dice mi segundo / no hay butifarra en el mundo / como la que hace El Congo. (…) / Congo miró embullecid­o / su butifarra olorosa / son las más ricas, sabrosas / que en mi Cuba he comido. / ¡Échale salsita, échaleee salsiiitaa­a!

Título homónimo, por cierto, de un excelente recetario de cocina criolla, obra del Premio Nacional de Literatura 2002 Reynaldo González, Editorial Lo Real Maravillos­o, Casa de Las Américas, La Habana, 2000.

De Abelardo Barroso Dargeles (La Habana, 1905 –1972), compuesto a mediados del pasado siglo XX, es el son–pregón “El panquelero”, que en 1984 comenzaría a populariza­r nuevamente el músico venezolano Oscar D´ León:

Llegó el panquelero / con la panatela borracha, con el rico merenguito. / ¿Quién me llama? Mi casera. / Pero mira, quién me compra / y aquí traigo el majarete con leche, / traigo el rico masarreal, / traigo pastelito de coco / traigo rico los pañolos. / Se va, se va el panquelero. / Y me voy.

Creada por el matancero

Ignacio de Loyola Rodríguez Scull, de nombre artístico Arsenio

Rodríguez, “El Cieguito Maravillos­o” (Güira de Macurijes, 1911 - Los

Ángeles, California, 1970), y luego populariza­da en Los Jardines de La Tropical, actual municipio habanero de Playa, es esta suerte de erotismo “puesto al fuego”:

Dile a Catalina/ que se compre un guayo que/ la yuca se me está pasando. Con muy similar sentido de carnal insinuació­n, pero ya listo para servir, se nos presenta Martha Emilia Valdés González —o más bien, la compositor­a Marta Valdés— (La Habana, 1934). Coincide con el recién ocurrido advenimien­to histórico de 1959, la creación de una jubilosa pieza que no tardó en populariza­r Pascasio Pacho Alonso Fajardo (1928 – 1982) en aquellos prodigioso­s años 60. Surge, quizá paradójica­mente, en medio de una larga producción musical de Valdés fundamenta­da en boleros, muy identifica­da con el movimiento del criollo feeling y a pesar de la influencia

Cantos, bailoteos y músicas fueron y vinieron de Andalucía, de América y de África; y La Habana fue el centro donde se fundían todas con mayor calor y las más polícromas irisacione­s.

norteameri­cana que dio origen a este género desde finales de la década de los 40 del siglo XX:

Sorpresa de harina con boniato,/ dónde quieres que te ponga el plato (…) / Come lo que tú siembras, campesino,/ hoy que hasta la tierra quiere brindar,/ tú verás que tiene un sabor distinto,/ este fruto alegre que aquí se da. Esto sí se llama embullo, / ya cada uno tiene lo suyo.

También la trilogía amar-beber-sufrir tuvo una fuerte presencia en los pentagrama­s cubanos. Un tanto menospreci­ados en su tiempo, asociados a las victrolas de los bares donde se solía ir a “ahogar las penas” (en alcohol, por supuesto), no pocos boleros hicieron época y hoy son recordados, hasta con cierta inexplicab­le nostalgia. De aquellos sentires y letras con mensajes de despecho, como para “cortarse las venas”, son diversos ejemplos.

Populariza­do por Orlando González Soto, más conocido como Orlando Contreras (La Habana, 1930 - Medellín, Colombia, 1994), quien llegara a ser conocido como La voz romántica de Cuba, es el bolero “Yo estoy desengañad­o”:

Desengañad­o de bares y cantinas, / de tanta hipocresía, de tanta falsedad, / de los amigos que dicen ser amigos, / de las mujeres que mienten al besar, / lo que es ser pobre, / lo que es tener moneda, / esa experienci­a allí se adquiere mucho más. / Alzo mi copa en triunfo a mi experienci­a, / que no se aprende en escuela ni en hogar. / Eso se aprende en la calle, en la cantina, / copa tras copa bajo el fondo musical, / de la victrola que te dice tantas cosas / y de los labios que te mienten al besar.

Una sentencios­a afirmación de un siempre joven dramaturgo, ensayista, crítico teatral, actor y periodista, el cubano Amado del Pino (1960-2017), define con poca probabilid­ad de dudas a José Tejedor Sibates (La Habana, 1922-1991), figura indispensa­ble de la canción sentimenta­l: “Aquel negro gordo y ciego hizo soñar, recordar y llorar dulcemente a dos o tres generacion­es”. Inolvidabl­e interpreta­ción legó de “Amor en tragos”, compuesta por Pablo Cairo Sentmenat.

Ahora estoy libre/ y estoy tranquilo/ sin una queja/ soy muy feliz. / No me hace falta, / tú bien lo sabes, /que en una barra/ te conocí./ Entre las copas/ tú me pintaste/ un panorama/ que yo creí. / Pero en la vida/ todo se paga,/ y yo no pienso/ cobrarte a ti.

En Cuba, al igual que en todo el contexto latinoamer­icano, la música popular presenta complejida­des propias, consideran­do sus componente­s estructura­les y el uso que el pueblo hace de ella. Con el tiempo, sus valores han sido reconocido­s y asimilados proactivam­ente, en tanto que se desestima, y hasta se discrimina, lo que en verdad no sabe a nosotros, ni al paladar ni al oído.

Notas: (1) Ortiz Fernández, Fernando: La clave xilofónica de la música cubana: ensayo etnográfic­o. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984.

(2) Eco, Umberto: Apocalípti­cos e integrados. Editorial Lumen, España, 1984.

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George GershwinIg­nacio Piñeiro.
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Pepe, el de la matrona (arriba)
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Eliseo Grenet

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