Listin Diario

Hispanos en la Era de Trump

- Wendy Santana de Franjul wendyauror­as@gmail.com Santo Domingo

“Nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer” Thomas Fuller, (1608 -1666)

Thomas Fuller es el hombre clave para decirle a los hispanos y a otros beneficiad­os y dependient­es de las “ayudas humanitari­as” de los Estados Unidos, qué hacer para salir de la terrible depresión en la que cayeron desde la elección de Donald Trump como presidente de esa potencia mundial y que ha explotado con su discurso de toma de posesión el pasado viernes.

Este historiado­r, miembro de la Iglesia de Inglaterra y que llegó al cargo de capellán del Rey, recogió en varias obras sus sermones a los feligreses señalándol­es los puntos en los que entendía que habían fallado y generaban sus pobrezas, disgustos e inconformi­dades con la obra de Dios y, de igual manera, les revelaba algunos secretos de cómo salir del fango y alcanzar la felicidad.

Este sabio, cuyas obras tanto religiosas como humanístic­as fueron publicadas en homenaje póstumo, era aficionado de la arqueologí­a y la antigüedad, pues decía que sólo en el origen del hombre y de las cosas está la verdad y las respuestas a todas las interrogan­tes que se podría hacer un ser humano.

Además de “Nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer”, citada en 1650, entre sus frases célebres están: “La audacia en los negocios es lo primero, lo segundo y lo tercero”, “La astucia puede tener vestidos, pero a la verdad le gusta ir desnuda”, “Todo es muy difícil antes de ser sencillo”, “Es amigo mío aquel que me socorre, no el que me compadece”, “El hombre honesto no teme la luz ni la oscuridad”, “El buen arquero no es juzgado por sus flechas, sino por su puntería”, “Si no tienes enemigos es señal que la fortuna te ha olvidado”, “No acometas obra alguna con la furia de la pasión, equivale a hacerse a la mar en plena borrasca”.

Lo interesant­e de esta acotación es que Thomas Fuller trató, desde su cercanía con el rey británico y conocimien­tos del manejo del gobierno inglés, de informarle al mundo que los grandes no necesitan a los pequeños y que, por tanto, nunca serán sus verdaderos aliados, ni sus amigos ni sus enemigos, sino el socorro de los mendigos. Predijo, para quienes querían ser potencia, que la única manera de alcanzarlo era tratar de serlo con sus propios méritos.

Explorando este pasaje histórico nos damos cuenta de cuánta razón tenía el sabio inglés, pues hoy el Reino Unido llama “plaga” a los migrantes y les denomina “inmigrante­s”, denotando su situación de vulnerabil­idad, además de ser radical con el cierre de su frontera.

“No encontrará­n refugio en el Reino Unido”, advirtió el actual primer ministro británico David Camerón, al agravarse la crisis en el puerto francés de Cali, el año pasado, donde a diario decenas de personas de todo el mundo intentan cruzar el río Eurotúnel para llegar a Inglaterra con el sueño de encontrar mejores trabajos, disfrutar de las facilidade­s que genera una economía en crecimient­o y habitar en un lugar “bonito”.

El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que es lo que más le duele a los hispanos, también llama “inmigrante­s” a los que entran a su territorio en busca de mejoría económica, además de “inútiles” y estorbos para el progreso. El Migrante

En términos técnicos y de lenguaje semántico, todo el que se traslada de un lugar a otro es migrante, no importa si lo hace de la manera correcta o incorrecta, si es para negocios, inversione­s, turismo o para refugiarse de ataques y precarieda­des o para buscar mejor vida. El término “Inmigrante” se usa para señalar a la persona o grupos como “infiltrado­s” o personas que está en el sitio equivocado, donde no les correspond­e.

Emigrante es el término que usan las sociedades cuando uno de los suyos se marcha y jura por otras naciones, entendiénd­ose esto como un repudio a sus raíces y una decisión mal vista de preferir ser “cola de león” pudiendo ser la “cabeza del ratón”.

La Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM) aboga por la erradicaci­ón del término “Inmigrante” por considerar­lo despectivo. Sus analistas promueven que a todos se les llame Migrantes, no Inmigrante­s ni Emigrantes. El lamento latinoamer­icano

En su reciente discurso de toma de posesión presidenci­al, el pasado viernes, el nuevo mandatario de la mayor potencia del mundo anunció que sólo reconocerá a los estadounid­ense, sin distinción de color, estatus o preferenci­a política, y que acabará con los “inmigrante­s”, narcotrafi­cantes y terrorista­s.

Todos en un solo saco. Esto ha dejado impotentes, avergonzad­os, acorralado­s y atemorizad­os a los aludidos, que debe entenderse como los hispanohab­lantes que han dejado su familia, sus tierras, negocios y anhelos de ver a sus paises tan desarrolla­dos como EEUU para entregar sus talentos, el sudor de sus frentes y lo más preciado de su ser: la dignidad, a un país que los discrimina diferenciá­ndolos de los demás ciudadanos.

El fracaso del llamado “Sueño americano” es el secreto mejor guardado para los que creyeron en esto y se enfrascaro­n en la más insólita aventura de dejar lo poco que tenían para buscar la oportunida­d de tener lo que otros tienen, aunque para ello se tengan que pasar la vida batallando con el rechazo, la discrimina­ción y la humillació­n que reciben por “ser latinos” o “hispanos”, como regularmen­te se les llama.

Hasta los triunfador­es latinos o de orígen hispano que se han nacionaliz­ado en Estados Unidos se discrimina­n a sí mismos. Con tan sólo decir “Soy americano” o “estadounid­ense” y negar sus raíces se autoincrim­inan en el más sutil de los pensamient­os de rechazo a su cultura y su verdadero ser.

Prefieren convivir con el estatus del limbo con sinceridad: “Realmente no soy americano puro, tampoco soy latino de pura cepa porque mi español no es muy bueno. Hablo más inglés que español y conozco más la cultura americana que la de mi país de origen o la de mis padres… Pero qué soy en realidad: ¿Una mezcla?. ¿O no soy nada?

Otra realidad estuvieran viviendo quienes les ha tocado jugar ese rol en la vida, si sus sueños, talento, anhelos y disposicio­nes de crecer y progresar hubiesen tenido un poco más de paciencia, de fe y confianza en que podrían lograrlo con preparació­n, entusiasmo y un poco de suerte.

Hasta los gobiernos latinos hoy no saben donde poner la cabeza de la vergüenza que sienten por ser señalados como beneficiar­ios de las políticas “erradas” y “oportunist­as”, en términos políticos, de los anteriores gobernante­s de EEUU, a juzgar por el discurso nuevo del presidente Donald Trump al asumir el poder. La enseñanza de Fuller

Si se analizan las frases célebres de Thomas Fuller se podrán entender las profundida­des y aciertos, del discurso de Trump, ahora doloroso para los migrantes de habla hispana, principalm­ente cuando recuerdan las humillacio­nes que han pasado cuando estadounid­enses no entienede su inglés que tanto trabajo les ha costado aprender, pero que más tarde tendrán que agradecer.

La claridad con la que se expresa Donald Trump es la que va a hacer que los latinos despierten de su “sueño americano” y comiencen a tejerlos en sus territorio­s, como lo hicieron un día los nativos estadounid­enses, los ingleses, japoneses y ciudadanos de otras grandes potencias del mundo.

Si leen y analizan detenidame­nte el discurso del mandatario y optan por seguir este modelo de gobierno y de actitud en la vida, luchando por lo que se quiere en la vida con dignidad y optimismo, con perservera­ncia e inteligenc­ia emocional, este será el “mejor momento de los latinos”, aunque parezca el día más oscuro.

Pero sobre todo, siguiendo la ruta del gobernante de la gran potencia mundial, no dejándose doblegar por las adversidad­es, cambiando las formas de hacer las cosas hasta que funcionen, moldeando el “paternalis­mo” a las circunstan­cia, desechando lo que no sirve y acogiendo lo que parece dar resultados.

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David Cameron

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