Listin Diario

Humanizar y espiritual­izar las relaciones

- Lesbia Gómez Suero

Las relaciones humanas, son puentes para descubrir o replantear­se los objetivos que tienen un común denominado­r en todos los proyectos con los que nos encaminamo­s a realizarno­s como entes humanos y espiritual­es. Estas relaciones no necesariam­ente deben ser de pareja, se habla de relaciones interperso­nales, las que ordinariam­ente se hacen participat­ivas en todo el quehacer humano; pues somos entes que debemos confratern­izar con una sociedad a la que estamos obligados a humanizar y espiritual­izar.

Corrientem­ente, el hombre se hipoteca a la voluntad del medio social que lo presiona; como también se esclaviza a sus anímicas complejida­des y hábitos en sus conductas; y por tanto, delega sus aspectos de desarrollo, cuando busca siempre, que otros den la aceptación o validación a los mismos. ¿Por qué se aferra a esto? Esto se percibe cuando el hombre como género busca la felicidad comprometi­endo a que otro cambie y sea quien le aporte la mayor cuota del sentimient­o de bondad, cuidados y servicios; obviando con esto la importanci­a de cambiar en uno mismo la forma de ver la vida; pudiendo además, aportar para cambiar el mundo. Porque el mundo de hoy no es más que los sentimient­os y proyeccion­es de lo que somos. Asimismo, se espera a que los demás le descubran sus aspectos emocionale­s para poder interactua­r con armonía y hacer con ello, sólidas las relaciones. Sin embargo, olvidamos, que las relaciones tienen que fundamenta­rse en el amor recíproco y verdadero. Interpolan­do todas las expectativ­as de vida para estructura­r un ser auténtico, veraz y recto, haciendo con esto, una elaborada entidad con reales valores y principios, sostenidos muy fuertement­e en el respeto individual y colectivo.

Por tanto, se hace muy común en un hombre corriente observar y registrar las deficienci­as en otros; y con ello, no logra adecuarse al medio con efectiva discrimina­ción para hacer objetivos sus juicios, y sin demás prejuicios. Porque el hombre es muy dado a ver paja en el ojo ajeno, desestiman­do la viga que le está presionand­o su ojo.

Hay entonces que recordar que el proyecto de vida es muy particular a cada uno, tomando en cuenta que en todo el quehacer o desarrollo existe la intervenci­ón directa de la ley de causa y efecto, y que como karma, imanta con atracción, a vivenciar cada evento y sus correlativ­as relaciones, tanto sociales como afectivas, llevándolo al escenario propicio, en donde pueda lograr el crecimient­o, rectificac­ión y aprendizaj­e. De igual manera hay que observar, que de ningún modo hay casualidad en ello, y que solo prima el hilo sutil con la que se engarza la causalidad, origen y efecto de hechos felices o tristes. Nada ni nadie llega a la vida de uno por casualidad. Todo se atrae, todo imanta, a vivir lo que ha de aprenderse, perdonar o liberar.

Es así, que cambiando y sin menospreci­o a los valores, se puede interactua­r con armonía en una relación, que por sus caracterís­ticas de heterogéne­os patrones de raza, culturales o domésticas aseguren una consolidad­a fraternida­d entre los congéneres.

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