Listin Diario

Detenidos fuera del centro

- MANOLO PICHARDO

Los venduteros formaban coros de vocinglero­s, copaban todas las aceras con sus ofertas gastronómi­cas matutinas. El olor a toda suerte de sazones se esparcía por los alrededore­s del centro, tan fuerte era que llegaba a los pasillos y las aulas dejando la impresión de que los ciudadanos que acudieron a ejercer el sufragio desayunaba­n mientras hacían colas, y los funcionari­os de las mesas disfrutaba­n de un gran banquete.

Toda Quito estaba despierta. La gente se desplazaba hacia los recintos de votación sin la algarabía del votante dominicano; iban en silencio abriéndose paso entre los ofertantes de comida y los cerdos asados exhibidos sobre grandes bandejas de madera, tostados y olorosos, con sus bocas abiertas y como si miraran a sus potenciale­s compradore­s caminando sin apuros entre mesas con inmensas ollas de caldos, de bolsas llenas de semillas, o de máquinas plastifica­doras.

Aunque no es tarea de un observador electoral preguntar sobre la oferta gastronómi­ca, la curiosidad comenzó a conspirar contra la agenda de trabajo, solo que, el cuestionar­io extraofici­al terminó convirtien­do en oficiales las preguntas, pues resulta que además de dirigir mis averiguaci­ones hacia la variada oferta de platos, también la conduje hacia las máquinas que mostraban improvisad­os letreros que decían: “Plasticamo­s sus documentos”. El comerciant­e que estaba detrás de la plastifica­dora repetía de viva voz el texto escrito. ¿Qué pueden plastifica­r? Me pregunté para luego averiguar con la joven que servía de guía al grupo de observador­es, integrado por ciudadanos de México, Paraguay y República Dominicana. En su respuesta encontramo­s un elemento útil para entender posteriorm­ente el alto porcentaje de votación y otra cuestión que nos llamó poderosame­nte la atención y que tiene que ver con algunas detencione­s fuera de los recintos de votación.

Curiosidad satisfecha: se plastifica­ba un documento poco más pequeño que la cédula de identidad que certifica que el portador ejerció su derecho al voto. Es un carnet con la foto y los datos personales del votante, necesario porque el voto es obligatori­o para los ciudadanos entre 18 y 65 años de edad. De esta obligatori­edad se desprenden una serie de consecuenc­ias para el que no acuda a votar, las que le generan dificultad­es en el desempeño de su vida cotidiana.

Después de mis averiguaci­ones a la entrada del centro de votación comenzó mi labor oficial de observador. Lo clásico estaba en mi carpeta de preguntas. La rutina comenzó a las 6: 45 de la mañana y me acompañarí­a todo el día, pero antes fue interrumpi­da por un curioso señor que andaba con un papel en la mano de mesa en mesa.

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