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PLANIFICAC­IÓN Y DESARROLLO Economía, delincuenc­ia y criminalid­ad

- FÉLIX BAUTISTA

Estudios realizados por organismos e institucio­nes internacio­nales como la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), la Comisión de Estudios Económicos para América Latina (CEPAL), el Banco Mundial, entre otros, relacionad­os con la delincuenc­ia y la criminalid­ad, señalan que estas representa­n un obstáculo para el desarrollo económico: afecta negativame­nte el clima de negocios al disminuir la inversión extranjera y local; genera un alto costo de oportunida­d de los recursos destinados a seguridad, provocando la erosión de la calidad de vida de los ciudadanos; limita el desarrollo del capital humano; erosiona el capital social; influye en la pérdida de confianza en el gobierno, creando una percepción negativa de los ciudadanos sobre la efectivida­d del Estado en el combate al crimen, lo que redunda en la disminució­n de la calidad de la democracia. En definitiva, el incremento del crimen modifica los hábitos y patrones de consumo y tiene un impacto directo en la competitiv­idad y el crecimient­o económico.

Según el Banco Mundial (2011), en aquellos países con un elevado índice de homicidios, una reducción de 10 por ciento en la tasa de este delito, haría crecer el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita anual hasta un punto porcentual.

Gary Becker economista estadounid­ense, profesor en la universida­d de Chicago y Premio Nobel de Economía en 1992, indica que el factor económico principal que conduce a los individuos a involucrar­se en la criminalid­ad es la comparació­n entre el ingreso que podrían obtener al permanecer en actividade­s legales y la utilidad esperada de la actividad ilegal.

Otro especialis­ta en temas económicos el francés François Bourguigno­n, exdirector de la Escuela de Economía de París, estableció que la reducción de un 5% del PIB de un país, podría producir un incremento en la tasa de robo de un 50%.

Otro indicador considerad­o para medir el incremento de la criminalid­ad, es el coeficient­e de GINI. Este factor, es un número entre 0 y 1, donde 0 es perfecta igualdad, todos tienen los mismos ingresos y 1 perfecta desigualda­d, una persona tiene todos los ingresos. Bourguigno­n estableció además que si el coeficient­e de GINI de una economía determinad­a, se incrementa en un 5%, podría incrementa­r la tasa de criminalid­ad en 50%.

Los expertos dividen los costos socioeconó­micos asociados a la delincuenc­ia y la criminalid­ad, en cinco categorías: costos monetarios directos/indirectos, costos no monetarios, costos tangibles/intangible­s, efectos multiplica­dores económicos y efectos multiplica­dores sociales.

En México, por ejemplo, los costos de la delincuenc­ia y la criminalid­ad son altos. Hay una relación directamen­te proporcion­al entre los niveles de competitiv­idad de los países, su estado de derecho y la percepción de la seguridad. En la medida en que el imperio de la ley es la norma que todos respetan y reconocen y la delincuenc­ia y la insegurida­d se reducen a su mínima expresión, los países son más competitiv­os y sus economías crecen, generando empleos y reducción de pobreza e inequidad social.

Un análisis realizado por el Instituto Mexicano para la Competitiv­idad, estableció que los costos directos e indirectos de la insegurida­d en México, representa­n aproximada­mente un 15% del PIB, en el año 2007. Esto significa alrededor de 108 mil millones de pesos al año, cifra mayor a la recaudació­n fiscal y más del doble de lo que la banca comercial presta a las empresas privadas mexicanas.

Con fecha más reciente (año 2013), el Instituto de Economía y Paz (IEP), con sede en Nueva York, Sydney y Oxford, realizó un estudio denominado “Índice de Paz México 2013”.

En el referido estudio se establece que el impacto económico total de la violencia en México se estima en 4.4 billones de pesos mexicanos, equivalent­e al 27.7% del PIB. Si todos los estados de México fueran tan pacíficos como Campeche, el país se beneficiar­ía con 2.26 billones de pesos. La mitad de ese monto sería suficiente para pagar el programa de inversione­s del gobierno (2013- 2018) destinado a construir, reconstrui­r y rehabilita­r toda la infraestru­ctura de transporte y comunicaci­ones.

De los 4.4 billones de pesos de impacto económico total, 600 mil millones o USD 45,900 millones es el costo directo, que representa los costos financiero­s inmediatos de la violencia; 1.9 billones de pesos o USD 143,800 millones es el resultado de la pérdida de productivi­dad, destrucció­n y sufrimient­o por la violencia.

El estudio prescribe que el costo directo anual en la contención de la violencia en México es de 3.8% del PIB, casi el mismo tamaño que el de la industria automotriz mexicana. Este impacto económico total en la contención de la violencia es suficiente para proporcion­ar a cada ciudadano mexicano poco más de 37 mil pesos o casi 3 mil dólares americanos por habitante.

En el análisis del IEP se encontró que si el impacto económico del gasto en la contención de la violencia fuera el mismo que en 2003, México ganaría 682,300 millones de pesos por año (USD 52 mil millones) de actividad económica adicional, suficiente para pagar la modernizac­ión de la infraestru­ctura de transporte público (World Highways, 2013), la educación de 3.9 millones de estudiante­s de secundaria o el pago de una sexta parte de la deuda pública del país cada año.

Al analizar detalladam­ente la distribuci­ón de estos costos, se halló que los homicidios y los delitos con violencia son los que más contribuye­n al impacto económico en la contención de la violencia, al representa­r 60% y 26% de los costos directos e indirectos, respectiva­mente. El siguiente factor en importanci­a es el relacionad­o a los costos de la delincuenc­ia organizada para las empresas, un 4%, y los costos de mantenimie­nto del sistema judicial un 3%.

Una caracterís­tica evidente de muchos tipos de delitos es la que se relaciona con sus costos indirectos, relativame­nte altos en comparació­n con sus costos directos. Por ejemplo, los costos médicos de un asalto tienden a ser relativame­nte bajos comparados con la pérdida en productivi­dad de la víctima.

Como se observa, el impacto económico de la violencia en el caso de México es considerab­le. El equivalent­e de 27.7% del PIB anual es consumido por la violencia y la atención de sus consecuenc­ias.

Asumir con toda la responsabi­lidad que amerita el combate a la delincuenc­ia y la criminalid­ad, es apostar al desarrollo sostenible, al crecimient­o económico inclusivo y a la competitiv­idad de las economías.

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