DROGAS QUE ATAN
Residentes de Hogar Crea narran cómo cayeron en la adicción
Pedro (nombre ficticio para preservar su identidad), de 36 años, se inició en el consumo de marihuana con un grupo de amigos a los 18 años de edad, y cuando cumplió 25 años ya usaba también crack y cocaína.
La impotencia de no poder ver a sus hijos durante siete años, luego de que su pareja se los llevara a Estados Unidos, le provocó una gran depresión que, unida al consumo de drogas, lo colocaron a las puertas del suicidio.
Ella lo abandonó definitivamente cuando lo apresaron tratando de introducir bolsitas de heroína al país en su estómago por el Aeropuerto Internacional de Las Américas. Fue tan traumático ese momento que recuerda con precisión el tiempo que estuvo preso: “Un año, ocho meses y 20 días”.
Es un paciente diabético y a veces no tenía para comer ni para sus medicamentos. Pasó de ser un hombre útil a una persona que no podía suplir sus más mínimas necesidades. “Todo eso me llevó a tratar de suicidarme para ya salir de eso”, agregó sobre la frustración que le embargaba en ese momento. “Fue bien feo porque todo el mundo se te aleja, se va de tu lado, pierdes hogar, lo pierdes todo”.
Pedro está en su primer intento para recuperarse de la adicción a las drogas en Hogar Crea Alameda, donde tiene ocho meses totalmente sobrio.
Un trago a los 11 años
Michael (nombre ficticio) es un joven curazoleño de 20 años que esta semana cumplió su primer año de tratamiento en Hogar Crea Alameda.
Se dio un primer trago de cerveza a los 11 años de edad en la casa de una tía y luego fumó cigarrillos. Su madre lo trajo de Curazao para superar su adicción a la marihuana, la cual comenzó a usar con sus amigos de la escuela.
De ser un chico dócil, se convirtió en un joven encerrado que tenía constantes problemas con los vecinos. “Sí, yo meto droga”, le dijo un día a su padre cuando le preguntó si su mal comportamiento se debía a alguna adicción. “Mis padres están felices porque antes casi no hablaba y ahora estoy más abierto con ellos”, precisó.