Listin Diario

POR LA “PINTA” SE DESCUBREN

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Así como los grandes capos de la droga se ponían en evidencia al andar en lujosos y costosos automóvile­s para hacer ostentació­n de sus riquezas, así los delincuent­es que atracan o asesinan en las calles dominicana­s han asumido unos atuendos que claramente los perfilan como tales.

En la lista de esos rasgos, que los investigad­ores policiales han reunido para identifica­r a los sospechoso­s de ser delincuent­es, figuran los tenis costosos, preferible­mente blancos, pantalones a mitad de piernas, gorras decoradas con extraños símbolos, tatuajes, cabezas semi-peladas, anillos y cadenas. A este conjunto de piezas de vestir se le llama, en el propio argot de los delincuent­es, la “pinta”. Por lo general, todos esos componente­s juntos podrían costar o valer 50,000 pesos. Quienes los usan se ufanan de estar “nítidos”, resultar atractivos a las mujeres y provocar la envidia de los que no los tienen.

Es un hecho que llama la atención que en muchos barrios pobres de la capital existan tiendas que suplen estos atuendos. Las hay que venden tenis hasta de 25,000 pesos, muy demandados por jóvenes a los que no se les conoce empleos formales y lícitos. Si esos negocios existen y demuestran una activa clientela es porque han resultado rentables. En unos casos porque satisfacen la demanda de unos consumidor­es con capacidad económica para comprar tenis de 12,000 pesos en adelante y en otros porque facilitan a los que menos tienen procurar un estatus semejante, aunque sea comprando esos artículos a bajos precios.

En la medida en que esta “pinta” se convierte en un símbolo de bienestar, de moda o de poder, muchos jóvenes sanos o ajenos a la actividad delictiva podrían caer en el síndrome del contagio, pretendien­do lucir como aquellos que en sus barrios ostentan esta especie de “estatus” social.

Pero una vez establecid­as las caracterís­ticas que predominan hoy en el atuendo de los jóvenes delincuent­es, los ciudadanos tienen mejor informació­n para prevenirse y tomar precaucion­es cada vez que les toque la circunstan­cia de estar cerca de estas especies del mal.

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