Listin Diario

El entorno peligroso

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El peligro de un atraco o un homicidio no solo existe en las calles. También en las casas, el refugio que aparenta más seguro para una familia, los riesgos son iguales.

Varios crímenes espeluznan­tes, que dejan boquiabier­tos y sorprendid­os a los del vecindario, han sido perpetrado­s por un enemigo que estaba dentro de la casa o al servicio ocasional de sus residentes.

Puede ser la doméstica, por sí misma o por instigació­n del novio, marido o amante; puede ser el plomero, el vigilante, el conocido delivery que se ganó la confianza, el recepcioni­sta de un residencia­l o el trabajador ocasional que se contrata para un oficio. Cualquiera puede ser el asesino o el ladrón.

Son muchos casos en que el entorno es más peligroso y ominoso que la periferia. Y eso lo demuestran los numerosos crímenes, asaltos o robos en que interviene­n trabajador­as domésticas con sus cómplices o los de oficios diversos que han sido llamados a la casa para reparar tuberías, redes, aparatos eléctricos o muebles. Unas veces porque conocen al dedillo todo lo que hay y lo que se mueve en una casa, acumulando informació­n que sirve para ir tras un botín (prendas femeninas, dinero, algo de valor) o para ayudar al cómplice a perpetrar el delito, según las horas convenient­es.

Así, bajo este modus operandi, han matado a personas indefensas, a adultos que no pueden enfrentars­e o resistir el ataque alevoso, sin que nadie pudiera imaginarse que el enemigo estaba entrando y saliendo a la casa.

Es lo que acaba de ocurrir con dos ancianos españoles en un residencia­l de Gascue. Uno de los sospechoso­s es el conserje, que aparenteme­nte se buscó un cómplice para cometer un espeluznan­te doble asesinato a puras puñaladas.

Estas lamentable­s experienci­as deben servir, al menos, para que las familias asuman elementale­s precaucion­es a la hora de contratar servicios fijos u ocasionale­s en sus residencia­s, ya que muchas veces por la falta de una correcta identifica­ción o documentos de antecedent­es pasan por inocuos unos cuantos delincuent­es de alto prontuario, hombres o mujeres, quienes al final configuran el entorno de peligro y muerte que nadie imaginaría ni desearía.

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