Los escogidos
Muchos serán los que llegan por su cuenta, –porque aquí no hay llamados–, pero pocos los escogidos. Porque hay muchos más aspirantes que las posiciones a llenar (más cabezas que sombreros) esto pudiera aplicar perfectamente para el caso de la escogencia de cuatro nuevos jueces de la Suprema Corte de Justicia y para los que deberá seleccionar el Consejo Nacional de la Magistratura para integrar el Tribunal Superior Electoral, al cumplirse el plazo de los actuales miembros. En la actual coyuntura –y si de verdad queremos comenzar a cambiar y a tener un mejor país, en lo judicial y en todos los órdenes-, solo tenemos que escoger jueces de probada seriedad, responsabilidad y probidad. Necesitamos jueces que reúnan las prendas morales, que tengan vocación de servicio y que garanticen la defensa del interés común, no que sean aupados y lleguen “amarrados” por intereses económicos o de un sector en particular, como muchas veces ha pasado. Se ha criticado con mucha acidez, pero no con toda la razón, la incidencia de los partidos en la escogencia de los jueces y miembros de otras instancias arbitrales del país, desconociendo la realidad de que el régimen electoral y la estructura del Estado son esencialmente políticos, cuyo poder y capacidad de decisión le vienen dados por la voluntad popular expresada en las urnas. En todo caso, y como regla de juego de la democracia, el partido que logre una mayoría en las urnas (colorado, blanco o morado) tendrá –como siempre ha tenido– mayor capacidad de incidir y de decidir. Y eso –practicado y aplicado por todos en su momento– no es ilegítimo ni es “dictadura” de partido, como se alega muchas veces cuando no se ganan los espacios a través del voto. Insisto en que lo que se necesita es gente seria en los cargos públicos, en todos, no llamados “apolíticos” o “independientes”, que no los hay, y mucho menos que se satanice una recomendación proveniente de una organización política, mientras se da la callada por respuesta cuando por la puerta ancha entra al Congreso o a cualquier instancia oficial, representantes del juego, del transporte, de los grupos económicos o sabe Dios de qué calaña, cuya principal misión es ir a defender los intereses particulares. En el caso del TSE, algún juez debía ser ratificado. Hay la realidad de una desmedida presión mediática, pero no es verdad que allí todo estuvo y fue mal. Me dijeron que Subero Isa iba seguro, y si dejó que le inscribieran, parece que es verdad. Del grupo que aspira, me gusta –por su trayectoria- el juez José Alejandro Vargas. ¡Ojalá sea! Hay muchos buenos.