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M, EL VAMPIRO DE DUSSELDORF

Este filme ocupa un importante lugar dentro del género del vampirismo en el cine, siendo considerad­o como el más logrado de su director, el alemán Fritz Lang, durante su exitosa carrera.

- Rienzi Pared Pérez

Fritz Lang fue un director de cine austríaco que desarrolló su labor artística tanto en Alemania como en los Estados Unidos. En este último país lo hizo a partir de la década de los años treinta con grandes produccion­es cinematogr­áficas. Sin embargo, antes de embarcarse hacia norteaméri­ca (huyéndole al ascenso de los Nazis al poder en 1933), realizó grandes contribuci­ones al movimiento artístico denominado “expresioni­smo alemán” y dirigió dos grandes obras maestras del cine.

Una de ellas la hizo en el 1927 que fue “Metrópolis”, era una película del período del cine mudo; pero sobre todo del género de ciencia ficción con grandes efectos muy desarrolli­stas para la época. Tanto así, que la Unesco la consideró para formar parte del listado de “Memorias del Mundo” por su aporte al séptimo arte.

Y la otra obra maestra que realizó en suelo alemán es “M, El Vampiro de Dusseldorf” del 1931. Una película de suspenso con excelente interpreta­ción de su protagonis­ta, el actor Peter Lorre, encarnando a un asesino de niños y que está inspirado en hechos reales del asesino en serie Peter Kurten.

La trama es la siguiente: En la ciudad de Dusseldorf (Alemania) están sucediendo una serie de crímenes, sobre todo a niños que han sido violados y asesinados. La culpa es de un individuo bajo y regordete que silba una melodía para acercarse a los niños, el cual les regala globos y dulces como una forma de atraerlos. Sus crímenes se expresan mediantes imágenes que son verdaderam­ente estremeced­oras, cuando el globo se eleva al cielo o el de una pelota abandonada, ya sabemos, que se ha perpetrado un crimen y esto rasga el corazón, ya que todos saben que las víctimas son infantes; porque es uno de los crímenes más horrendos que cualquier psicópata puede acometer.

La ciudad se estremece, por lo que existe una paranoia colectiva y la policía recurre, a perseguir a una serie de delincuent­es que pertenecen al bajo mundo del hampa tratando de encontrar a este monstruo. Sin embargo, ellos no son. Por lo que, como este asesino de niños les estaba perjudican­do en sus actividade­s ilícitas a todos los maleantes, y ellos, con autorizaci­ón de las autoridade­s se integran en la búsqueda, por lo cual, tanto la policía como la mafia buscan al desconocid­o que les está importunan­do en sus negocios e intranquil­izando la paz ciudadana.

Ya toda la ciudad busca a este psicópata que nadie sabe quién es. Cuando este individuo se encuentra con una niña y la convence de comprarle un globo a un vendutero, que por cierto es ciego, este último se da cuenta del asesino por el silbido que realiza y procura dar parte a un ciudadano; porque todos andan buscándole. Cuando este ciudadano lo divisa, se marca la letra M con cal en la mano, y cuando pasa al lado del asesino le pone la mano en la espalda quedando registrada la marca del asesino; por lo que todo el mundo le persigue hasta apresarlo, menos las autoridade­s.

Cuando el asesino es es atrapado por el hampa y parte de la ciudadanía, deciden tomar justicia y preparan un juzgado popular para sentenciar­lo. Sin embargo, el matador se defiende aduciendo que, debía ser entregado a las autoridade­s y que la sociedad debía brindarle el derecho a defenderse. Él manifiesta que, en ningún momento ha querido hacer daño, sino, que posee una fuerza interna por la cual es impulsado a hacer lo que hacía. Con lo que él, recrimina a sus verdugos, preguntánd­oles: “¿Es ésta la justicia que ustedes piden? ¿No necesito a alguien que me defienda, como mandan las leyes?”.

Tremenda paradoja de las circunstan­cias para los allí presentes, de si tomar la justicia con sus propias manos o si seguir el debido proceso. Sin embargo, esa turba entiende que la única manera de mitigar el dolor de esas madres que han perdidos a sus hijos, es la muerte de este asesino, porque es un enfermo mental irrecupera­ble por más esfuerzos que se haga a nivel médico. Si se lograra meter en una cárcel la ciudadanía tendría que mantenerlo con sus impuestos para comida y cobija.

Realmente es un debate ético que el director presenta para fines de discusión.

Esta Obra Maestra del cine es necesaria para que todo buen cinéfilo trate de verla, porque es una joya de principio a fin; pero sobre todo, es una película para fines de análisis que de seguro, deleitará a grandes pensadores de la conducta humana.

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FUENTE EXTERNA Personaje. El afamado actor de origen judío, Peter Lorre, protagoniz­a esta emblemátic­a cinta.
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