Erwin Pou: ABUELO A TIEMPO COMPLETO
Para muchos ser abuelo es prolongar la paternidad, otros la definen como una de las etapas más bonitas que puede vivir un ser humano. Pero si le preguntan a un nieto diría que son los que juegan con ellos, los apoyan, consienten y les narran cuentos y vivencias que lo padres por su rol actual no pueden hacer. Este modelo encaja perfectamente con la figura de Erwin Pou, quien Dios lo ha bendecido con una prole de 10.
Al ver este rostro nos traspolamos a su hogar, en el justo momento en que sus nietos llegan y él los recibe con un beso, acompañado de una sonrisa y una mirada de amor que les insinúa que su estadía será maravillosa. Lo primero es que corren a sentarse en su sillón, según él, a buscar ese calorcito y olor de abuelo. A partir de ahí surgen los murmullos y las risas que se esparcen por el hogar mientras juegan y realizan tareas.
Seguimos ‘abueliando’ y llega el Día de Navidad. Cuándo don Erwin ve a todos sus nietos abriendo los regalos y comiéndose las galletas de jengibre que hace su esposa, Ananda, especialmente para ellos. “Soy el hombre más feliz de la tierra”, dijo mirando a su esposa, y con tanta seguridad, que nos dio la certeza de haber elegido el abuelo perfecto para ejemplo de los lectores de Las Sociales.
“Ser abuelo es la prolongacion de mi ser en el tiempo y el espacio, y queda demostrado cuando vemos a mi nieto José Manuel, igualito a mi cuando tenía esa misma edad. Además de que nos gusta a ambos todo lo relacionado con el espacio, la pelota. Se concentra mucho y comenta... qué decirte de Felipe, hijo de Christie, es bueno en matemáticas como yo”, dice con mucho orgullo.
Sus 10 nietos nacieron en un intérvalo de 11 años. Y a pesar de esto cada nacimiento era una nueva experiencia para él.
Como es padre de cuatro hijas, anhelaba un varón. Cuando llega este momento las cosas no fueron así y nace su primera nieta, Marie Chantal, a quien ama desde ese momento. Luego sale premiado con su primer nieto, Felipe, hijo de Christie.
Confiesa que cuando sus nietos estaban pequeños jugaban al monstruo. “Corríamos en la casa hasta quedar agotados. Y esto me divirtía mucho, pero ahora varios de ellos son adolescentes y siempre buscan mis consejos, lo que hace que mi rol sea interesante y me sienta realizado a través de ellos. Gracias a Dios son muy buenos y educados.
“Los abuelos debemos estar ahí para orientarlos, sin ser el rector. No podemos intervenir en la relación padre e hijos, pero si aconsejarlos y poner nuestras vivencias de ejemplo para que ellos puedan encausar sus vidas con el soporte de los valores que les hemos transmitido”, dice Pou.