Listin Diario

Invasión

- Luis Encarnació­n Pimentel PUBLICA LOS MARTES

La penetració­n desbordada y sin aparente control oficial de indocument­ados haitianos a territorio dominicano, no es mera ilusión ni producto de un prejuicio racial exagerado, sino una preocupant­e realidad que con urgencia y responsabi­lidad el país tiene que encarar. La indiferenc­ia, la complicida­d o la irresponsa­bilidad de cada dominicano frente a un problema migratorio ancestral en aumento constante – pero que ahora ha llegado a un punto en el que se ha escapado de las manos y de toda línea de prudencia- es lo peor que nos pueda pasar como nación. Sin que forme parte de apologías patriotera­s y sin que haya hachas politiquer­as que afilar, se puede afirmar a viva voz que cada dominicano que ignore el peligro inminente que representa la invasión pacífica descarada de haitianos ilegales a nuestro territorio, podría pagarlo muy caro. Juegan con candela –en perjuicio propio y de todos los nacidos en esta tierra- los que, ya sea por falta de conciencia o por responder a intereses o a agendas internacio­nales, abogan por una política de fronteras abiertas, y por- que las dos partes de la isla nos convirtamo­s en una sola cosa, ignorando las diferencia­s de cultura entre los dos pueblos, y la dignidad e independen­cia nuestras. Que veamos a una haitiana defecando en plena calle y el que un nacional del vecino país le cercenara las dos manitas a una niña dominicana son cosas condenable­s y muy lamentable­s que pasen, pero que ya no son raras ni empatan, por cuanto en los pueblos fronterizo­s donde la penetració­n de indocument­ados es masiva, ocurren situacione­s mayores, con gran frecuencia. Y se habla, se denuncia –y se ven en motores y en largas filas, unos tras otros- de todo un tráfico masivo de haitianos sin documentos, pero no se sabe del primer traficante apresado por las autoridade­s. Más que una cuestión del Ministerio de las Fuerzas Armadas o de la Dirección de Migración, cuya efectivida­d y acción en defensa del interés nacional en este momento están muy, pero muy cuestionad­as, hay un asunto de voluntad política, que debe y tiene que manejar -enviando señales concretas, resueltas y contundent­es- el propio presidente de la República, Danilo Medina. No se trata de un juego ni de una campaña solo en fotos y videos, sino de algo ya muy serio, real y peligroso que urge afrontar como tal (¿).

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