RIESGOS DE UNA DECISIÓN
“La democracia necesita apoyo y el mejor apoyo para la democracia viene de otras democracias” -Benazir Bhutto-
Desde la visión topográfica que da la geopolítica de un mundo globalizado y cada vez más interdependiente, lograr la gobernabilidad regional es una empresa de grandes desafíos donde intervienen una diversidad de vectores sociales, económicos, tecnológicos -redes socialesy políticos, que cuando confluyen entre sí provocan una dinámica política que obliga a los actores regionales a tratar de entender muy bien todas las variables que interactúan para que sus respectivas naciones puedan navegar sobre un océano de corrientes subterráneas y de vientos cambiantes.
Recientemente leí el artículo del comunicador Óscar Medina, publicado el día 26-06-2017, titulado: “Una postura vergonzosa”, donde describe de manera brillante y responsable, con sólidos argumentos históricos, económicos, políticos y hasta diplomáticos, la postura dominicana “ante el drama que vive Venezuela, donde todos los días resulta más evidente el colapso de las libertades públicas y que en las narices de una Latinoamérica que se ufana en proclamar que vive su tiempo de mayor esplendor democrático, surge una dictadura autoritaria sin que las naciones y sus organismos multilaterales puedan frenar tal proceso de deterioro”.
Y más adelante agrega: “Al hacerlo, nos estamos yendo abiertamente en contra no sólo de las políticas estadounidenses -lo que suma otra cruz al rosario de inconformidades que tienen los norteamericanos con quienes dirigen este país desde hace algunos lustros-, sino de todas las principales economías y potenciales socios comerciales de la región. Lo que sin dudas tendrá consecuencias”.
Recordemos, que vivimos en una época de cambios acelerados que provocan transformaciones geológicas en la política regional y global a causa de las fuerzas tectónicas sufridas por el sistema internacional, las cuales pueden llegar a imponer las condiciones de la mayoría sobre los intereses coyunturales de cualquier esfuerzo de “solidaridad particular” en procura de una necesaria gobernabilidad regional.
Pues estas acciones “particulares”, si bien son potestad de la autodeterminación de cada Estado, las mismas pueden ser interpretadas de manera muy diferente por los distintos gobiernos de los países miembros -especialmente por aquellos que poseen idiomas y tradiciones culturales distintasdebilitando de manera riesgosa las iniciativas de buscar un consenso de acciones conjuntas que logre una estabilidad de gobernabilidad regional.
La desatinada postura del país en la OEA, que busca más bien ayudar al Estado policial que gobierna Venezuela, más que socorrer al sufrido hermano pueblo venezolano, impide lograr el consenso de ese organismo para la búsqueda de una salida legal y democrática con la colaboración de la mayoría de los Estados democráticos del continente.
Especialmente, apreciando momentos en que existe, a todas luces, una reconfiguración del tablero geopolítico regional con el descalabro de algunos actores económicos emergentes a consecuencia de transgredir ciertos valores y normas éticas de libre competencia entre mercados altamente competitivos y la entrada en escena de la nueva visión geoestratégica y geoeconómica de los EE.UU luego de la elección del presidente Donald Trump que, sin dudas, hará esfuerzos para cambiar la dinámica de las relaciones Norte-Sur con el propósito de recuperar el protagonismo en la cooperación Sur-Sur auspiciadas por Chávez y Lula da Silva, que todavía no se habían consolidado por tener instituciones aún embrionarias.
Autonomía nacional difusa
Esta decisión ante la OEA no le encontramos fundamento, pues uno de los impactos de la globalización sobre las autonomías de los países pequeños, y aunque de modo distinto, en naciones más grandes, es la pérdida de la “autonomía nacional” que se manifiesta claramente en la interdependencia de la economía local frente a la economía global, provocando la disminución de la influencia de los propios Estados ante el desarrollo global, afectando, por ende, el concepto de soberanía absoluta, por la búsqueda de una especie de soberanía nacional “relativa” que no afecte el necesario equilibrio de la gobernabilidad regional, plataforma que hoy es indispensable para lograr el clima de desarrollo sostenible y convivencia social de los ciudadanos en cada una de las naciones del continente.
Este juego ante la OEA es riesgoso, pues cada vez son menos los actores legítimos entre los organismos internacionales que son capaces de intervenir, avalados de un amplio respaldo en los conflictos regionales e internacionales, pudiendo con esto dejar maltrechas a esas instituciones hasta llegar al colapso de una “organización internacional fallida”.
Como muestra de lo que deseamos expresar, observemos que antes teníamos a la OEA, como organismo internacional panamericano, con el objetivo de ser un foro político para facilitar el diálogo multilateral para la toma de decisiones en la búsqueda de la integración americana, en el fortalecimiento de la paz, la seguridad y la consolidación de la democracia, y desarrollo sostenible en el continente.
Pero hoy en día, tenemos una multiplicidad de organismos interregionales tales como UNASUR -ideado por uno de sus miembros fundadores como un sustituto latinoamericano de la OEA, el ALBA, la Comunidad Andina (CAN), el MERCOSUR, el Mercado Común Centroamericano (MCCA), la Alianza Pacífico, entre otras.
En realidad, estos esfuerzos realizados por los gobiernos progresistas de la región de aperturar nuevos mecanismos alternativos para una “autonomía nacional y regional” económica, no lograron la concertación esperada al ellos tratar de introducir el elemento “ideológico”, lo que ha provocado fricciones telúricas entre sus miembros y el debilitamiento de esos organismos, sin dejar de reconocer que es de interés geoestratégico y legítimo que América Latina haga nuevas alianzas comerciales con el eje del Pacífico y del Atlántico en la búsqueda de ventajosos mercados.
Como balance final, el historiador y ex embajador en los EEUU, Bernardo Vega, en su artículo publicado en el vespertino HOY el día 27-06-17, titulado, “Nuestro triste papel en la OEA”, nos recuerda que: “El actual caso de Venezuela es pues, algo parecido al nuestro y desde 1960 nuestra región ha evolucionado favorablemente, adoptando la Carta Democrática de la OEA, que exige defender la democracia y que se contrapone al principio de no intervención”.
Es por lo que el voto de abstención de nuestro país fue más bien una ayuda a un régimen de corte cívico-militar, que ha abandonado por completo los mecanismos democráticos, para convertirse en un Estado policial camino a una dictadura autoritaria, tal como lo denunciara públicamente la fiscal general de Venezuela, la chavista Luisa Ortega Díaz, el día 27 de junio de este año.
Ante este escenario catastrófico, donde el pueblo venezolano vive el peor drama de su historia, incluyendo la mayoría chavista que en el otrora apoyaba a su gobierno y donde la fiscal general Luisa Ortega solo aboga por ayuda internacional para restablecer el orden democrático en aquella dictadura, resulta un tanto incomprensible cómo nuestro Estado democrático no se une al concierto de naciones democráticas de la región, que busca fundamentalmente la gobernabilidad geopolítica regional.
Especialmente en momentos en que esos sectores políticos se aferran al poder y cuyas ideologías tradicionales de referencia ya no les proporcionan un mapa que sirva de orientación para transitar con seguridad por los nuevos caminos de la historia que habrán de venir; por el contrario, a pesar de los esfuerzos de tres prestigiosos ex mandatarios de liderazgo global, de la poderosa figura del Santo Padre, entre otras tantas mediaciones, ese gobierno luce cada vez más perdido en la orografía de sus desaciertos, demostrando el desconocimiento del terreno por donde transita, lo que le imposibilita visualizar con claridad las correctas vías de salida a su crisis.
Es aquí, donde se hacen válidas las palabras expresadas por la ex primera ministra de Pakistán cuando decía que cuando “la democracia necesita apoyo, el mejor apoyo para la democracia viene de otras democracias”. Reflexionemos al respecto, pues en el mañana, ese apoyo podría ser para nosotros mismos.
¡Ayudemos al pueblo venezolano, que es ayudar a Venezuela!