Listin Diario

“Me trajo aquí a descubrir mi historia”

- ALICIA ESTÉVEZ Para comunicars­e con la autora alicia.estevez@listindiar­io.com

La madre de David murió sin contarle que lo había adoptado. Él descubrió la verdad cuando la falta de documentos lo obligó a salir de un empleo excelente aquí y lo llevó de regreso a su país, Venezuela, en plena crisis económica. Esos detalles de su vida surgen en una conversaci­ón, junto a su esposa Rossy, en donde ambos utilizan, con frecuencia, la frase “Debemos dar gracias”. David llegó a República Dominicana con el puesto de gerente de informátic­a en un banco. Había estudiado y viajado con un nombre y un apellido que creía suyos, hasta que, en las gestiones para su residencia en el país, descubre que no tiene partida de nacimiento. Su madre ya había muerto y es una tía quien le explica: “No eres hijo de tu mamá”.

Dice que fue duro enterarse que su mamá no era su mamá, que sus hermanos no son sus hermanos y que nadie sabe decirle de dónde viene. Además, pierde el trabajo y debe marcharse. Pero la crisis venezolana empeora. En el año 2014, en su segundo intento por radicarse aquí, llega con todo lo que tenía en un par de maletas. Trae diez dólares en el bolsillo. Vuelve al banco donde trabajaba, pero con la mitad del sueldo que antes percibía y ya no como gerente. En ese momento, quien lo acoge, en un cuarto de su casa, es una hermana de la comunidad a la que pertenecía­n, David y Rossy, cuando vivieron aquí la primera vez. La historia de fe de esta pareja había empezado años atrás en Venezuela. En un autobús, alguien le recomendó a David que se acercara a Dios. La familia lo hizo. Por eso, al llegar aquí, la primera vez, pide que lo lleven a una iglesia, así va al Buen Pastor. Tras un retiro, conocen la vida comunitari­a, algo que nunca vivieron en Venezuela. Al tener que regresar allá, cuando David perdió su empleo, mantienen el contacto con sus hermanos aquí pero también forman comunidad en su país. “Al volver, nuestros hermanos nos acogen y nos regalan de todo: un colchón inflable, un abanico”, cuenta David. El día que le dan una lavadora, Rossy llora.

Es con uno de esos hermanos de comunidad con quien David se asocia para formar una compañía que se llama “Jesús Bendice Guiado por María”, JBGM. Ahora una empresa próspera.

La familia, que llegó fraccionad­a, está completa. Su hija menor es monaguillo. La mayor, que fue madre adolescent­e, está casada con el padre de su hijo y espera otro bebé. Rossy, que perdió un ojo en un accidente hace doce años, dice que acudía al Santísimo dos horas diarias; que la de su familia es una historia de oraciones atendidas.

Para David, República Dominicana es un país de una fe fuerte, bendecido por Dios. Dice que Éste le permitió enterarse aquí de su origen, sanar sus heridas, y empezar de nuevo. “Dios me trajo a este país para que descubrier­a mi historia y me preparó, en mi proceso de fe, para recibir la noticia”. Por supuesto, de nuevo, dio gracias.

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