¡… A la hoguera!
En todas partes, cuando se trata de corrupción en la administración pública, los partidos de oposición, la prensa y la población quisieran que los implicados fueran apresados y condenados a cadena perpetua de un día para otro… Cuando no, que terminen en la hoguera, como en los tiempos de la Inquisición. El fenómeno es mucho más marcado en nuestro país porque todo se mueve dentro de un círculo muy reducido, lo que facilita que esos clamores lleguen más directamente a los encargados de combatir ese vicio social que en las últimas décadas se ha extendido como plaga por todo el mundo.Con este suceso de la constructora brasileira Odebrecht, la Procuraduría y su titular Jean Alain han tenido que trabajar rápido para elaborar un expediente que difícilmente conduzca a la solución esperada. Ante la petición de prisión preventiva como medida de coerción por parte del Ministerio Público, el tribunal de Primera Instancia de la Suprema Corte de Justicia invocó el daño social para acogerla, aunque con variantes para cada uno de los acusados, aun admitiendo que no presentaban peligro de fuga. Al conocer el recurso de apelación interpuesto por los encarcelados, uno de los propios magistrados de la sala, en una reacción sin precedentes, descuartizó, hizo trizas el expediente presentado por el Ministerio Público, pero aún así no fue reprobado por los cinco magistrados de la sala. Por el contrario, suavizando pero alargando las sanciones precautorias, lo que hizo esa alta corte fue darle más tiempo al Ministerio Público para continuar con la investigación a ver si encuentra elementos que puedan sustentar las imputaciones y así aumentar las probabilidades de lograr un castigo que redima el daño causado a la población.
¿… Y esos fiscales gringos?
Lo último que se ha filtrado a los medios --aunque eso está pendiente de confirmación--, es que la Procuraduría está recibiendo ayuda de un grupo de fiscales de los Estados Unidos para dar sustancia a la acusación con los encartados conocidos, además de que se agregará a otros “santos barones” que saltarán de sus pedestales cuando remeneen los altares con sus lirios encendidos. Lo único que ganaron los acusados --menos dos de ellos--, fue la libertad que no estaban supuestos a perder por la debilidad de los cargos que les imputan. Para todo lo demás, salieron perdiendo. Para más Inri fueron objeto de un juicio paralelo que los condenó previamente... y sin apelaciones. La sentencia que los manda a sus casas no ordena reintegrarlos a sus puestos de trabajo, lo cual podría ponerlos en serias dificultades económicas. Todavía retumban en la Suprema --por ahí no se habla de otra cosa, dicen los abogados que frecuentan su moderno edificio del Centro de los Héroes--, los debates del pasado fin de semana y la filípica de la jueza Miriam Germán advirtiendo sobre las debilidades del expediente que, según ella, no podrá sustentarse en el juicio de fondo.Temístocles Montás se fue más lejos… Pidió que la Procuraduría retire las acusaciones y le pida perdón a los imputados.
¿Corrupción sin corruptos?
Aunque la libertad no tiene precio, es probable que a los dos ingenieros que habían sentenciado a tres meses de reclusión les hubiera sido más ventajoso presentarse a un sumario de fondo de donde fácilmente habrían salido descargados por falta de pruebas. Si el Poder Ejecutivo nombró una comisión para determinar si la empresa contratista pagó sobornos para sobrevaluar Catalina y el resultado de su informe es negativo y está homologado por la Procuraduría, entonces por regla de tres debieron ser liberados sin ninguna condición. ¿Estamos ante el precedente de un caso de corrupción sin corruptos… O de corruptos sin corrupción?