Al maestro Almánzar
Cuando alguien muere siempre se tiene la costumbre de destacar lo bueno que era el que dejaba este mundo. No es mi caso, porque el hecho de que no fallezca no cambia lo que hizo en vida. Pero es distinto cuando el que se va es alguien que ha tenido talento para cosas que combinan conmigo. Es el caso de Armando Almánzar y esta columna debería tener el título de una película como “Al maestro con cariño. Lo admiré por sus conocimientos del arte, pero sobre todo por la afinidad con el cine desde que lo empecé a ver en televisión, en aquella “Última tanda” que presentaba a las 10:30 de la noche, y yo que siendo un niño me dejaban desvelar para ver la película que él ponía y comentaba. Fue mi primer acercamiento a la crítica y uno de mis inicios en la cinefilia.Luego leer su página en LISTÍN DIARIO, con el divertido dibujito del director Woody Allen expresando la clasificación que le daba a cada película. Y esa era una de sus virtudes, el saber usar la ironía. Y en eso también se le agradecía a Armando es que era era sincero y decía y escribía lo que pensaba, algo muy raro en este país. No fue mezquino y también era capaz de reconocer el talento de otros que hacían su mismo oficio, en un país en el que la mediocridad de muchos impide que se reconozca el valor de los demás. Es por esto que a pesar de su edad pudo hacer colaboraciones con gente más joven, como yo, Orlando Santos o los chicos de Cinemaforum y Cineasta Radio, que lo vimos siempre como un maestro de la crítica de cine. Hará falta la claridad en el planteamiento de sus posiciones, pero queda el compromiso de seguir ejerciendo con honestidad el oficio que Armando nos inspiró a realizar.