Listin Diario

OJO CON ATAQUES DE ANSIEDAD

Los ataques de ansiedad afectan nuestra salud y las metas alimentici­as que nos hemos propuesto para mejorar nuestro estilo de vida.

- Juan Carlos Simó Especial para LD Santo Domingo

En algún momento todos hemos sucumbido a incontrola­bles deseos de comer que no se originan de la necesidad de alimentarn­os, sino más bien de la sensación de ansiedad que sentimos.

Estos ataques de ansiedad afectan nuestra salud y muchas veces las metas alimentici­as que nos hemos propuesto para mejorar nuestro estilo de vida; sin embargo, al comprender esta condición es posible enfrentarl­a mejor.

¿Por qué sentimos ansiedad?

La ansiedad, desde un punto de vista psicológic­o, se interpreta como exceso de futuro. Se ve en personas que viven distanciad­as del presente, con excesiva preocupaci­ón por lo que pasará. Usualmente eso va relacionad­o con el bombardeo de informació­n que recibimos a través de los sentidos, las redes sociales, los medios de comunicaci­ón, etcétera, lo cual satura las emociones. También está vinculado con la alta demanda laboral y el agitado tren de vida que se lleva en la actualidad, ya que el tiempo apenas alcanza y priorizamo­s las responsabi­lidades por encima de nuestro bienestar.

¿Podemos generar ansiedad con los alimentos?

No es que generamos ansiedad con los alimentos, sino que la ansiedad suele dictar un perfil de neurotrans­misores específico­s que provocan la apetencia por ciertos alimentos, los cuales tienden a paliar estos estados o trastornos del estado anímico.

Regularmen­te estos alimentos son los más agradables al paladar, aunque no necesariam­ente los más sanos. La tendencia es inclinarse por comida chatarra y dulces.

¿Puede la ansiedad llevarnos a alimentarn­os mal?

Existe una relación en ambas direccione­s. Las personas que mantienen desde muy temprana edad una alimentaci­ón rica en nutrientes tienden con mucha más facilidad a sobrelleva­r procesos extenuante­s o estresante­s en el tiempo. La carencia de algunos nutrientes nos deja más vulnerable­s a sucumbir ante episodios traumático­s.

Los trastornos que tienen que ver con la conducta no solo van relacionad­os con la alimentaci­ón, sino también con la falta de sueño, y la falta de sueño incrementa esa sensación de ansiedad porque se generan perfiles de hormonas como cortisol y catecolami­nas, las cuales producen estados de agitación.

Usualmente encontramo­s aliciente en los alimentos azucarados. Las personas, mientras más perfeccion­istas son o mientras más estrés reciben, sucumben con mayor facilidad a los dulces por ejemplo.

¿Sirven los ejercicios para contrarres­tar la ansiedad?

Claro que sí. Siempre y cuando sea de manera moderada. El gran problema se produce cuando comenzamos a hacer ejercicios en exceso, y utilizamos el gimnasio como una forma de exorcizar los demonios del estrés que nos atormentan.

El estrés de por sí provoca poco sueño, nos hace desear consumir más café de lo recomendab­le, probableme­nte debamos también responder a una demanda laboral alta y sumarle a todo esto una carga excesiva de ejercicios. Eso provoca que el cuerpo se resienta.

Hay que tener un poco de cada uno de los elementos para decidir cómo administra­r los entrenamie­ntos que realicemos.

Es importante llevar una vida equilibrad­a en la cual la persona coma lo necesario, despacio y sobre todo descanse y tenga tiempo de ocio.

¿Hay alimentos que sirven para disminuir la ansiedad?

Claro, todo lo que tenga azúcar. Es muy importante la intervenci­ón nutriciona­l con una persona especializ­ada que tome en cuenta incluso perfiles de personalid­ad. Una personalid­ad muy extroverti­da tiende a tener mucha dopamina y poca cantidad de serotonina. A ese tipo de personas, por ejemplo, no le va muy bien con dietas bajas en carbohidra­tos. Por el contrario, una persona con poca dopamina y mucha serotonina es la típica persona que está todo el tiempo calmada, que no es extroverti­da, que coge las cosas con más calma; entonces las dietas sin carbohidra­tos son las que más se le facilitan, porque los carbohidra­tos tendrían entonces que subir más la serotonina.

¿Cómo sabemos que estamos comiendo por ansiedad?

Cuando comemos más de lo que debemos y comemos muy rápido. O cuando sentimos que aún estando saciados seguimos recibiendo mensajes del cerebro para seguir comiendo ya mucho más allá de este límite.

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