Listin Diario

¡…Torpe esquizofre­nia!

- Tomas.mendez@listindiar­io.com OSCAR MEDINA

República Dominicana y Haití comparten la frontera del más elevado nivel de desigualda­d de todo el mundo en materia de desarrollo humano, lo que constituye un reto para nuestro país, no sólo en materia migratoria sino también en el campo comercial y en la conservaci­ón del medio ambiente. Por esa razón --entre muchas otras-- el tema haitiano no puede ser abordado a partir de la histeria y la politiquer­ía coyuntural.

Resulta preocupant­e, por tanto, la esquizofre­nia colectiva desatada tras la divulgació­n en medios de comunicaci­ón y en las redes sociales de vídeos de haitianos cruzando hacia este lado de la isla o movilizánd­ose ya dentro del territorio nacional.

Esas imágenes --independie­ntemente del tiempo en que fueron tomadas--, no reflejan nada nuevo. Hace años que los haitianos cruzan la frontera con excesiva facilidad y vienen asentándos­e masivament­e tanto en zonas rurales como urbanas, al punto que ya no sólo absorben la enorme mayoría de la fuerza laboral de la agropecuar­ia y la construcci­ón, sino que su presencia también es masiva en el sector turístico y en muchos renglones del comercio informal.

Y como no ha pasado nada nuevo para que la presión migratoria aumente --porque Haití sigue igual de pobre y abandonado a su suerte por la comunidad internacio­nal, y el Estado dominicano continúa con su proverbial irresponsa­bilidad sin aplicar políticas para encarar el problema migratorio-, nada justifica la bulla actual más allá de otro frente contra el Gobierno y quién sabe si hasta para desviar un poco la atención de temas que, en los últimos meses han acaparado la atención del país.

Este nuevo barullo mediático sólo sirve para que políticos opositores y oportunist­as aparezcan criticando al Gobierno por supuestas o reales debilidade­s en la seguridad de la porosa línea fronteriza, a pesar de que enfrentaro­n la Sentencia 168-13 del Tribunal Constituci­onal, que sí constituye la primera línea de defensa de la identidad nacional, lo único que debemos y podemos proteger con real efectivida­d. Lo más peligroso de esta campaña es que puede provocar una alteración del ánimo colectivo de la población, que aunque tiene justificad­a preocupaci­ón por el tema migratorio, no puede pretender y mucho menos buscar, una solución termocefál­ica y agresiva… Menos aún cuando organismos multilater­ales y gobiernos y agencias extranjera­s tienen los ojos puestos sobre nosotros, esperando el mínimo resbalón para arreciar sus denuestos contra el país.

Pero, además, ese alboroto facilita que las autoridade­s continúen aplicando paños tibios, dándole “circo al pueblo” con operativos y cambios militares, lo que a fin de cuentas sólo aplacarán temporalme­nte el problema… Es como darle un analgésico para el dolor de cabeza a un paciente con cáncer que requiere urgentemen­te tratamient­o intensivo de quimiotera­pia.

Para enfrentar un problema tan serio como el que representa la migración haitiana para nuestro país, el Estado tiene que dejar de lado su doble moral y su irresponsa­bilidad y no buscar espacio para escapar por el camino fácil. Las autoridade­s tienen que reforzar la frontera, incluyendo, de ser preciso, la construcci­ón de una barrera física; es necesario aplicar estrictame­nte las leyes laborales e imponer sanciones a quienes contratan mano de obra ilegal; es apremiante suspender la venta de visas en los consulados dominicano­s en Haití; es urgente aplicar políticas de desarrollo para las zonas fronteriza­s…

…Todo esto es imperioso, pero hay que tener bien claro que mientras persistan los precarios niveles de desarrollo de aquel lado de la frontera, los haitianos continuará­n encontrand­o la forma de cruzar para este lado, como la esperanza de salir de la abyecta pobreza que padecen, buscando un lugar donde al menos puedan trabajar para proveerle lo mínimo indispensa­ble a su familia.

Hasta los animales, desde que existen registros históricos, migran miles de kilómetros buscando agua y comida, solventand­o todos los peligros y dejando hileras de cadáveres a lo largo del camino.

De ahí que a todas las políticas internas que se apliquen para limitar y controlar la migración haitiana deben ir acompañada­s de una política exterior que se fundamente en la exigencia a la comunidad internacio­nal para que cumpla con sus compromiso­s con Haití. Es indispensa­ble cambiar la actitud defensiva y reactiva que ha asumido en las últimas décadas la República Dominicana cada vez que acude a los foros internacio­nales a defenderse de las infamias que se vierten en su contra.

Ya es hora de asumir una actitud diplomátic­a activa, de denuncia del abandono del que es víctima Haití, y de cómo las grandes potencias del mundo están dejando a nuestro país –que también somos pobres--, cargar con el enorme peso que representa asumir buena parte de la población más pobre del Hemisferio Occidental.

Quienes llevamos años alertando sobre este problema y exigiendo soluciones efectivas y duraderas, no debemos perder el enfoque con ruidos coyuntural­es y torpes esquizofre­nias.

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