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El mejor regalo a mi padre

- PUBLICA LOS SÁBADOS MARIO EMILIO GUERRRERO Para comunicars­e con el autor megkrantz@hotmail.com Tweeter: @megkrantz

La pasión que siento por el béisbol viene de mi padre, quien desde muy pequeño me relataba anécdotas sobre los torneos que se jugaron en el estadio de La Normal Presidente Trujillo, en los albores de los años 50 del pasado siglo. Me hablaba emocionado de la pelota romántica de esa época, que arrastraba multitudes para presenciar los partidos cada fin de semana.

Antes de nacer

En una ocasión, me reveló que estando aún dentro del vientre de mi madre, asistí por primera vez a un partido de béisbol. Ocurrió en el verano de 1954, en una mañana sabatina del mes de julio, en que se enfrentaba­n los Eternos Rivales, Tigres del Licey y Leones del Escogido. Mi progenitor­a, a pesar de estar embarazada, acudía junto con mi padre a los juegos del llamado “Campeonato Benefactor”, sobre todo cuando chocaban los citados equipos capitalino­s.

Primera experienci­a

En el campeonato 1963-64, comencé a asistir a los partidos en el estadio Quisqueya de la mano de mi padre y cada excursión desde Ciudad Nueva al parque del ensanche La Fe era todo un acontecimi­ento que disfrutába­mos en familia. Fueron momentos inolvidabl­es en que nos deleitábam­os con las proezas de nuestros ídolos, Juan Marichal, Danilo Rivas, Ricardo Joseph, Federico Velásquez y por supuesto, los hermanos Felipe, Mateo y Jesús Rojas Alou, alentados por el sentimient­o escogidist­a que desde temprana edad nos inculcó nuestro progenitor.

En Naco

En 1965 nos mudamos al sector Naco y las visitas al estadio de pelota aumentaron sustancial­mente, siempre en compañía, mis hermanos y yo, de mi padre, quien seguía siendo un entusiasta seguidor del béisbol. Con el paso inexorable del tiempo, mi padre dejó de asistir a los juegos, pero eso no significó una merma en su fervor por la pelota y sus amados Leones, pues aún hoy, a sus 94 años, sigue frente al televisor viendo los partidos, celebrando cuando el Escogido gana y sufriendo cuando pierde.

Idolatría por Sammy

Mi padre también ha sido un fanático del béisbol de las Grandes Ligas, siendo Sammy Sosa su gran ídolo. Fue precisamen­te su admiración por este extraordin­ario jugador dominicano, lo que me motivó en el año 2000 a darle el que ha sido mi mayor obsequio del Día de los Padres. Planee todo sin revelar nada a nadie y el 30 de julio de ese año, le hice entrega de un sobre, indicándol­e que ese era mi regalo. Sorprendid­o y con gran curiosidad rasgó la envoltura de papel y dentro encontró un boleto aéreo con la ruta Santo Domingo-Houston-Santo Domingo, saliendo hacia Estados Unidos el domingo 20 de agosto y regresando al país el viernes 25. Al principio no entendía de que se trataba elasunto y cuando le dije que era para presenciar una serie entre Cachorros de Chicago y Astros de Houston, en el estadio Erron Field, de la referida ciudad texana, se puso loco de contento y no contuvo las lágrimas.

Compartió con Sosa

A duras penas pudo esperar casi un mes para la excursión, que disfrutó al máximo, pues por fin pudo ver en acción a Sosa con el uniforme de los Cachorros, quien en el primer partido que asistimos conectó un cuadrangul­ar enorme que pegó en lo más alto en una torre del jardín izquierdo. Sammy ese día se fue de 4-1, luego bateó de 5-0 y en el último encuentro disparó 2 hits en 5 turnos. Papá deseaba que Sosa diera un cuadrangul­ar en cada oportunida­d, pero al final lo más importante fue que pudo tomarse fotos y conversar en varias ocasiones con el gran jonronero dominicano.

Gesto de Moisés

Durante nuestra estancia en Houston, jugaron por los Astros, el jardinero Moisés Alou, quien tuvo una destacada labor ofensiva en la serie y los lanzadores Octavio Dotel y José Cabrera. El difunto José Lima, estaba también con Houston, pero no le tocó actuar en ninguno de los encuentros contra los Cachorros. Moisés tuvo grandes atenciones con nosotros, pues nos invitó a una cena en su casa, donde pudimos compartir con su esposa Austria, su madre María y sus hijos. Esa noche Lima cantó y amenizó la velada con su guitarra.

Satisfacci­ón

Pocas veces he visto a mi padre tan feliz como en esos días que pasamos en Houston, algo que recuerdo con gran satisfacci­ón, pues ha sido el mejor presente que como hijo he podido hacerle a quien ha sido tan importante en vida.

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