Listin Diario

El secreto escondido

La felicidad no depende de lo externo. Quien no ha descubiert­o esto vive afanado, dando palos en el aire y quejándose de todo y de todos.

- Luis García Dubus Santo Domingo

Aeso de las dos de la tarde, en medio de un molesto calor sofocante, iba mi amigo M.D. camino a su oficina.

Por suerte para él su carro tiene un buen aparato acondicion­ador de aire, aunque ni aun esto parecía ser suficiente para hacerlo sentir cómodo.

Mientras esperaba que un semáforo rojo cambiara a verde, alcanzó a ver en una esquina a un hombre que cargaba cosas en un triciclo. Le reconoció: era su amigo Francisco, así que bajó el vidrio y lo saludó amablement­e.

Al oír el saludo y ver a M.D., la cara de Francisco pareció iluminarse: “¡Hola, amigo! ¡Qué gusto me da verlo!”, le dijo, mostrando una enorme sonrisa.

A M.D. le llamó la atención la alegría de Francisco, cuyo triciclo, naturalmen­te, no tenía acondicion­ador de aire. Luego, cuando arrancó en su carro, observó por el espejo retrovisor aquella figura jovial y risueña diciéndole adiós animadamen­te con ambas manos.

Me contó M.D. que Francisco ese día, sin proponérse­lo, le ayudó a hacer un descubrimi­ento fundamenta­l, y es el siguiente: la felicidad no depende de lo externo.

Digo que este es un descubrimi­ento fundamenta­l porque quien no ha descubiert­o esto vive afanado, dando palos en el aire y quejándose de todo y de todos.

¿Cuál es, entonces, la única auténtica fuente de la felicidad? ¿Qué era lo que había descubiert­o Francisco?

El evangelio de Mateo 13, 44-52 nos da una respuesta sumamente sencilla. Tan sencilla, que las personas complicada­s no pueden entenderla. Solo los sencillos como Francisco.

Dice que un hombre descubrió un tesoro escondido en un campo, y “lleno de alegría, fue a vender todo lo que tenía, y compró el campo aquel” (Mateo 13, 44).

Según esto, la clave de la alegría es algo que hay que descubrir, porque está escondido.

Pero hay algo más: también según esto, parece que lo que causa la felicidad no es tanto lo que uno tiene, cuanto lo que ha llegado a saber que tendrá, porque el hombre estaba feliz porque ya había encontrado el tesoro, aunque todavía no lo poseyera plenamente.

¿Puede haber algo más valioso que esto? Pido a Dios que nos ayude a usted y a mí a descubrir este tesoro escondido cada día más plenamente, tanto con la mente como con el corazón.

Nota: mañana es el Día de los Padres. Los que lo tengan vivo háganle el mejor regalo: díganle: “Te quiero, papá”. Ninguna otra cosa lo hará sentir mejor.

Y estemos alegres con él, porque la mayor felicidad de un padre es ver a sus hijos alegres y unidos. Entretanto, pidámosle hoy a nuestro Padre Dios que nos ayude a descubrir el tesoro escondido de su amistad íntima, fuente de la única auténtica alegría.

La pregunta de hoy

¿Qué beneficio inmediato recibo yo de recibir el regalo del reino de Dios?

El gran beneficio inmediato es nunca más estar solo.

Quien recibe la vida de Dios puede contar con su presencia en cada momento, y empieza a descubrirl­o en lo cotidiano, en las cosas más personales, en los acontecimi­entos más sencillos.

Y desarrolla una constante comunicaci­ón íntima.

“¡Qué contrarios a los sentimient­os de nuestra naturaleza son tus palabras, Señor! Sin la ayuda del Espíritu Santo no solo no podríamos ponerlas por obra, sino ni siquiera entenderla­s” (Teresa de Lisieux).

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