Se Transfiguró en presencia de ellos
Transfiguración del Señor 6 de agosto de 2017 – Ciclo A a) De la Profecía de Daniel
E7, 9-10. 13-14. l libro de Daniel fue compuesto durante la persecución de Antíoco IV, después del 167 a.C., y con él entra en el Antiguo Testamento un género literario nuevo, el apocalíptico. Este género se presenta como la visión actualizada de una profecía y trae un mensaje de esperanza: “la tribulación es pasajera, el Señor actuará, pronto y de modo definitivo”. En las versiones griega y latina, y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro profetas mayores.
Con este capítulo comienza la segunda parte de la profecía de Daniel y en estos versículos se nos habla de la sucesión de diversos imperios en el devenir histórico bajo el símbolo de cuatro bestias que salen del mar, fuerza caótica y hogar de seres hostiles a la divinidad, pero la visión no termina con la descripción de la cuarta bestia y su acción maléfica. Aparece una figura humana, un anciano, un trono y un ser misterioso que en la narración se le da el apelativo de “hijo de hombre” (9-14), un ser humano que contrasta con las bestias. Esta visión profética llega a su plenitud en la persona de Jesús de Nazaret.
b) De la segunda carta del Apóstol
San Pedro 1, 16-19. Esta segunda Carta se considera como una exhortación o un testamento espiritual, tan comunes entonces, y de ilustre ascendencia bíblica. Su autor se encuentra con dos problemas principales. El retraso de la parusía o segunda venida del Señor y las herejías, precauciones comunes de la segunda generación cristiana. En cuanto a su contenido, omite algunos detalles que aparecen en esa narración, va a fondo, o mejor a uno de los puntos básicos de ella: manifestación de la gloria de Cristo, confirmación de la fe que ha de prestarse a Él, sólo a Él y no a ninguna de las doctrinas nuevas” que amenazan al Evangelio.
c) Del Evangelio de San
Mateo 17, 1-9.
Los evangelios sinópticos refieren el pasaje bíblico de la “Transfiguración del Señor”. En el ciclo A la versión de San Mateo y para los ciclos By C las versiones de San Marcos y San Lucas, respectivamente. En los tres relatos precede el primero de los anuncios de su pasión y resurrección, que Jesús hace a sus discípulos camino de Jerusalén, y a raíz de la profesión de fe en su mesianidad por parte de Pedro. Mateo presenta la escena de manera que los oyentes pueden ver cosas muy parecidas a lo que ocurrió a Moisés cuando recibió los Diez Mandamientos en el Sinaí y Dios se hizo presente en una nube.
Según los evangelistas, Jesús escoge a tres de los Apóstoles para que sean testigos de la Transfiguración, a Pedro, Santiago y Juan, su hermano, los tres que después presenciarán su agonía en Getsemaní. Pero es clara la intención de Jesús, Él quiere instruir a los discípulos, y para una mejor comprensión de su pasión y muerte anunciadas les muestra, como para no desanimarlos, un anticipo de la gloria de su resurrección que también le espera. La conducta posterior de los Apóstoles en los acontecimientos de la Pasión demuestra lo que se apunta en los Sinópticos: ellos, por el momento, no comprendieron gran cosa.
Esto explicaría, en parte, la “ley del silencio” que, en la línea del secreto mesiánico, les impone Jesús hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos (Mt. 17, 9), expresión que tampoco entendieron plenamente. “Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos” (Mc. 9, 10).
A grandes rasgos, los tres evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas coinciden en estos puntos: Elección por Jesús de los tres Apóstoles: Pedro, Santiago y Juan. Subida a la montaña, se cree que el Tabor, a los pocos días del primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección. Transformación gloriosa del rostro y vestidos de Jesús. Moisés y Elías que representan la Ley y los Profetas, se aparecen y conversan con Jesús, para indicar que Él es el cumplimiento de las profecías mesiánicas que ellos anticipaban. Intervención de Pedro. Nube luminosa de cuyo interior sale la voz del Padre proclamando a Jesús como Hijo amado, predilecto, a quien se debe escuchar. Jesús solo de nuevo con los tres Apóstoles. Bajada del monte y mandato de silenciar lo sucedido hasta más tarde.
Toda la escenificación responde al género literario de las teofanías bíblicas en que se manifiesta la presencia de Dios y cuyo prototipo es la teofanía del Sinaí: fuego, humo, nube, densa tiniebla, trueno y voz potente (Ex. 19, 24.34). La narración de la Transfiguración del Señor por los tres evangelistas se sirve de estos recursos propios de las teofanías, tales como: subida a la montaña, lugar de la presencia de Dios; Jesús en medio de Moisés y Elías que representan la Ley y los Profetas, es decir, de todo el Antiguo Testamento, que avala así la mesianidad de Jesús.
La narración alcanza su cumbre en la voz del Padre que proclama la identidad de Jesús, “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo” (Mt. 17, 5). Y su mensaje: “Levántense, no teman” (Mt. 17, 7), debe alentarnos a lo largo de nuestra vida, especialmente cuando ésta presenta el lado hiriente de la cruz, cuando nos flaquean las fuerzas y la esperanza. En esos momentos Jesús nos dice “levántense, no teman”, en el horizonte, pero ya presente y actuando por la fe, está el gozo y la gloria de la transformación final, la resurrección que ya anticipa la Transfiguración de Cristo. Una sola condición se nos exige: escuchar a Jesús, mediante la obediencia de la fe y el seguimiento alegre y esperanzado. El mensaje litúrgico del segundo domingo de Cuaresma es de optimismo radical y de esperanza firme. Jesús es nuestro compañero de camino hacia la luz final, con Él somos capaces de superar la prueba de la fe y experimentar la liberación gratificante de la autorrenuncia y de la cruz en la cuaresma de nuestra vida, en el camino hacia la Pascua; con Cristo, estamos llamados a la glorificación definitiva, después de la experiencia de la Cuaresma de nuestra vida.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.