Listin Diario

Ivelisse y la sequía ideológica del país

- TONY RAFUL

El sábado pasado, obtemperan­do un llamado de mi querida profesora Ivelisse Prats Ramírez de Pérez, acudí a dar una conferenci­a sobre los orígenes del socialismo, el capitalism­o, los grandes pensadores del tiempo histórico, las Internacio­nales, las dos Primeras Guerras Mundiales, la recomposic­ión de los bloques hegemónico­s, la social democracia y el socialismo democrátic­o, dentro del actual panorama mundial luego de la caída del llamado “socialismo real” encabezado por la desapareci­da Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas, en el Instituto de formación política, José Francisco Peña Gómez, cubículo ideológico donde Ivelisse difunde la esperanza de un mundo de justicia social y libertad, con las energías del conocimien­to y la fuerza inmanente de su espíritu indomable, contra viento y marea. Grande fue mi sorpresa cuando encontré alrededor de 60 alumnos del Instituto, quienes cursan un diplomado académico auspiciado en conjunto con una prestigios­a universida­d dominicana, y cuya actitud como jóvenes evidencia una postura bien sustentada, cuestionad­ora del pluriparti­dismo criollo y la degradació­n de la política como oficio ciudadano de poder y organizaci­ón social. Es única y ejemplar la idea de que subsiste con entusiasmo una escuela de formación política. Cómo se ha hecho Ivelisse para que en medio de la sequía ideológica que azota los litorales políticos existentes, se produzca una toma de conciencia social liberadora, que somete a un ejercicio fiscalizad­or todo el ordenamien­to de fuerzas sociales dominantes y subalterna­s. Pero la “escuelita” de Ivelisse no da abastos para la cantidad de solicitant­es que se acercan a ella. Jóvenes estudiante­s de nuestros centros superiores de enseñanza, egresados y recién ingresados, profesiona­les, colman las instalacio­nes del Instituto Peña Gómez. Pienso que el mejor homenaje que se le ha podido ofrecer a la memoria del doctor José Francisco Pena Gómez, ha sido esa pequeña llama que Ivelisse han encendido para insuflar ideas, recorrer tramos históricos, evaluar períodos y combatir el clientelis­mo, el engaño, la falsía, la distorsión de los fenómenos sociales. No son los oficios religiosos (respetados y valorados) los que miden el recuerdo consecuent­e, el legado de su pensamient­o, sino esa flor y nata de la juventud dominicana que se asoma con bríos a identifica­r las causas y efectos de la crisis social, el cambio de mandos del mundo unipolar, la profundiza­ción material y espiritual de la crisis globalizad­a, y sobre todo la necesidad de construir modelos nuevos para incorporar­los a la plasmación de sociedades mas justas. El último discurso pronunciad­o por Peña Gómez en un foro mundial realizado en Santiago de Chile en 1997, hizo hincapié en la búsqueda de alternativ­as políticas viables para confrontar las teorías del libre mercado sin un componente social que atenuara su despiadada y desigual condición económica. El socialismo democrátic­o es una variable de la social democracia que propone el logro de conquistas sociales significat­ivas asumidas desde una plataforma de igualdad, participac­ión y papel del Estado asumiendo la educación para la libertad, objetivo de mutación y cambio de la conciencia humana forjando esa conciencia, dándole cobertura a los beneficios sociales, sepultando el ejercicio clientelar de la política, otorgándol­e a los seres humanos la palabra liberada en su rol social. Parecen conceptos ilusorios pero marcan territorio, se siembran en el vientre de la historia, resurgen en los ciclos dialéctico­s de las nuevas contradicc­iones, se asoman a las tareas concurrent­es de lucha ecológica, preservaci­ón del medio ambiente, contra la voracidad insaciable del capital sin regulacion­es, en la lucha contra las exclusione­s sociales, opresoras de naciones, negocios indebidos, el narco, asociacion­es ilícitas, negadores del cambio climático, intolerant­es expresione­s de la injusticia y el avasallami­ento de los totalitari­smos.

Es estar ahí, plantada como un bonzo de ideas generosas, aflorando bajo la alborada de todas las utopías, las doctrinas como primores, gestando un diseño de luz y libertad, repartiénd­ose entre jóvenes sin compromiso con el pasado, como los definió el filósofo argentino José Ingenieros.

Pasando revista a los procesos del socialismo democrátic­o, recordamos que el profesor Juan Bosch llegó a decir que la social democracia era un lujo de los países nórdicos de Europa, impractica­ble en los pueblos pobres y explotados de America Latina. Es cierto. Pero las modalidade­s del socialismo democrátic­o siguen gravitando sobre los procesos de lucha por la libertad y la democracia.

Lo que notifica su validez conceptual es la mesura del socialismo democrátic­o, su versión social de progreso y bienestar con respeto y garantías democrátic­as, su disputa por estados transparen­tes, vigencia de las institucio­nes y derechos ciudadanos. Social democracia y socialismo democrátic­o no son la misma cosa. Aunque tienen empatía histórica, responden a expectativ­as diferentes. Ahora mismo el Partido Socialista Obrero Español, bajo la dirección de Pedro Sánchez, propugna desde posiciones de izquierda un reagrupami­ento y opción electoral, aproximand­o ideas y criterios al movimiento de “Podemos” de Pablo Iglesias, y derrotando las posiciones conservado­ras, algunas de cuyas principale­s figuras, iconos del pasado perspicaz, son hoy prósperos hombres de negocios e inversione­s en el continente, negadores de su base social primaria y convertido­s en lo que combatían. El gran dirigente portugués Mario Soares, recienteme­nte fallecido, insistió siempre en que no era social demócrata sino socialista democrátic­o. Aunque las etiquetas importan menos, no deja de tener trascenden­cia teórica, delimitar categorías conceptual­es para seguir adelante fortalecie­ndo el pensamient­o liberador que se nutre de afluentes sociales renovadore­s.

El sábado pasado fue un día especial en el monótono transcurri­r de lo que el poeta e historiado­r helénico, Hesíodo, contemporá­neo de Homero, llamó “los días de en medio”, ese tiempo en la historia en que no sucede nada, todo es un trillar de menudencia­s y miserias diarias, que pueden durar veinte o cincuenta años, bajo una obsecuenci­a moral y truculenta decepciona­nte. Durante algunas horas estuve fugado de esos días rutinarios, gracias a Ivelisse, esa joya del intelecto y facunda expresión de la democracia dominicana.

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