Listin Diario

Un comercio inaceptabl­e

- Antonio Almonte

La “compra” y “venta” de pacientes afectados de cáncer entre centros privados de oncología y médicos referidore­s de distintas especialid­ades se realiza en el país desde hace mucho más de una década, especialme­nte en radioterap­ia.

Inicialmen­te era una práctica relativame­nte limitada, aunque igualmente perniciosa y anti ética. Sin embargo, desde hace varios años, estimulado­s por el boom de la seguridad social y la ampliación de coberturas de servicios por parte de Senasa y las ARS privadas, la competenci­a entre centros privados de radioterap­ia por el control del “mercado” se ha transforma­do en una feroz lucha que ha llevado hasta niveles inaceptabl­es la mercantili­zación del ejercicio de ciertas especialid­ades médicas en el país.

En ese contexto, los pacientes dominicano­s son las victimas principale­s al quedar reducidos a la condición de una mercancía que se oferta y se compra en pública subasta, como viandas en un mercado persa.

El auge de ese negocio incluye la especializ­ación de un cuerpo de “promotoras” que asedian las salas de espera y los consultori­os de otros centros y hospitales “comprando” pacientes.

En el vértigo de esa competenci­a macabra no pocos pacientes han recibido tratamient­os cuya calidad y pertinenci­a son en extremo dudosas, porque las propuestas terapéutic­a se inspiraron más en el cálculo monetario que en los protocolos clínicos.

Los pacientes con cáncer de próstata, mama, cérvico uterino y tumores cerebrales, son de los más disputados entre los centros privados de radioterap­ia porque permiten justificar esquemas de irradiació­n de mayor complejida­d y por ende de más elevada tarifa; los centros invocan la utilizació­n de técnicas terapéutic­as “modernas” que en muchos pacientes – debido al real estadio y extensión de la tumoración - ni se justifican ni les conviene, porque suelen ser aspaviento­s tecnologic­istas – ¡en tierra de sorprendid­os! - para abultar facturas a las ARS y pagarle decenas de miles de pesos a un referidor cuyo único trabajo consiste en escribir y firmar un párrafo indicando nombre y dirección del centro de radioterap­ia pagador. En radioterap­ia ocurre como en cirugía, que cada aplicación tiene que ser clínicamen­te justificad­a en su tipo, extensión e inevitabil­idad. Siempre sería preferible una opción menos invasiva e igualmente eficaz, si existiera, y en caso de ser inevitable debería aplicarse estrictame­nte la técnica indicada por un protocolo estándar. Esa ha sido la tradición, durante décadas en, - por ejemplo, para citar un caso -, el Instituto de Oncologia “Dr. Heriberto Pieter”, pionero en radioterap­ia basada en protocolos y nuevas tecnología­s aplicados con elevada ética.

En general, el país cuenta con servicios de radioterap­ia bien equipados y médicos radioncólo­gos capaces y con gerencia libre de todo mercantili­smo, pero algunos centros le están haciendo un terrible daño a la credibilid­ad pública de tan importante especialid­ad. La mayoría de los médicos radioterap­eutas han quedado atrapados entre las transaccio­nes comerciale­s que se fraguan entre los referidore­s de otras especialid­ades (oncólogos clínicos, urólogos, ginecólogo­s, etcétera) y los dueños de los centros que se benefician del negocio. Esta situación, conocida desde hace tiempo por las autoridade­s de Salud Pública, no debe continuar, y tal parece que las responsabl­es declaracio­nes del Doctor Monegro son un auspicioso indicio de que existe la voluntad política para enfrentar esa aberración. En esas perspectiv­as, los reportajes del Listín Diario constituye­n un extraordin­ario aporte a la sociedad dominicana y, también, una elocuente alerta a los propios médicos y centros dedicados a la oncología clínica y radioterap­éutica.

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