Un comercio inaceptable
La “compra” y “venta” de pacientes afectados de cáncer entre centros privados de oncología y médicos referidores de distintas especialidades se realiza en el país desde hace mucho más de una década, especialmente en radioterapia.
Inicialmente era una práctica relativamente limitada, aunque igualmente perniciosa y anti ética. Sin embargo, desde hace varios años, estimulados por el boom de la seguridad social y la ampliación de coberturas de servicios por parte de Senasa y las ARS privadas, la competencia entre centros privados de radioterapia por el control del “mercado” se ha transformado en una feroz lucha que ha llevado hasta niveles inaceptables la mercantilización del ejercicio de ciertas especialidades médicas en el país.
En ese contexto, los pacientes dominicanos son las victimas principales al quedar reducidos a la condición de una mercancía que se oferta y se compra en pública subasta, como viandas en un mercado persa.
El auge de ese negocio incluye la especialización de un cuerpo de “promotoras” que asedian las salas de espera y los consultorios de otros centros y hospitales “comprando” pacientes.
En el vértigo de esa competencia macabra no pocos pacientes han recibido tratamientos cuya calidad y pertinencia son en extremo dudosas, porque las propuestas terapéutica se inspiraron más en el cálculo monetario que en los protocolos clínicos.
Los pacientes con cáncer de próstata, mama, cérvico uterino y tumores cerebrales, son de los más disputados entre los centros privados de radioterapia porque permiten justificar esquemas de irradiación de mayor complejidad y por ende de más elevada tarifa; los centros invocan la utilización de técnicas terapéuticas “modernas” que en muchos pacientes – debido al real estadio y extensión de la tumoración - ni se justifican ni les conviene, porque suelen ser aspavientos tecnologicistas – ¡en tierra de sorprendidos! - para abultar facturas a las ARS y pagarle decenas de miles de pesos a un referidor cuyo único trabajo consiste en escribir y firmar un párrafo indicando nombre y dirección del centro de radioterapia pagador. En radioterapia ocurre como en cirugía, que cada aplicación tiene que ser clínicamente justificada en su tipo, extensión e inevitabilidad. Siempre sería preferible una opción menos invasiva e igualmente eficaz, si existiera, y en caso de ser inevitable debería aplicarse estrictamente la técnica indicada por un protocolo estándar. Esa ha sido la tradición, durante décadas en, - por ejemplo, para citar un caso -, el Instituto de Oncologia “Dr. Heriberto Pieter”, pionero en radioterapia basada en protocolos y nuevas tecnologías aplicados con elevada ética.
En general, el país cuenta con servicios de radioterapia bien equipados y médicos radioncólogos capaces y con gerencia libre de todo mercantilismo, pero algunos centros le están haciendo un terrible daño a la credibilidad pública de tan importante especialidad. La mayoría de los médicos radioterapeutas han quedado atrapados entre las transacciones comerciales que se fraguan entre los referidores de otras especialidades (oncólogos clínicos, urólogos, ginecólogos, etcétera) y los dueños de los centros que se benefician del negocio. Esta situación, conocida desde hace tiempo por las autoridades de Salud Pública, no debe continuar, y tal parece que las responsables declaraciones del Doctor Monegro son un auspicioso indicio de que existe la voluntad política para enfrentar esa aberración. En esas perspectivas, los reportajes del Listín Diario constituyen un extraordinario aporte a la sociedad dominicana y, también, una elocuente alerta a los propios médicos y centros dedicados a la oncología clínica y radioterapéutica.