Cuando las comunidades QUIEREN, PUEDEN...
La organización comunitaria, las conquistas sociales, la protección del medio ambiente y el fomento de la ecomomía familiar son los pilares que sustentan las comunidades de Blanco. ¿Cómo lo han logrado?
Al notar que la intención del decreto 19992 no era conservar la cuenca alta del Yuna sino despoblar la zona para darle paso a la minería, los grupos de campesinos se resistieron y adoptaron un discurso que Esteban Polanco, presidente de la Federación de Campesinos Hacia el Progreso (FCHP), explica de esta forma:
“Les dijimos que no era verdad que había que sacar a los campesinos porque estaban causando daño. El conuquismo ha sido una práctica tradicional del campo porque se hace para subsistir, por necesidad. Y los enfrentamos: ¿el Estado ha garantizado alguna vez un programa de desarrollo sostenible en las cuencas hidrográficas? Nunca. ¿Ha formado, capacitado y educado a la gente? Tampoco. ¿Somos nosotros los culpables de que nuestros abuelos y padres vinieran a hacer conucos a las montañas porque les quitaron las tierras en los llanos? Querían ponernos a nosotros como responsables de los daños ambientales que hay en la cuenca y no era verdad. Si se quiere hacer cualquier programa de conservación de la cuenca que se haga con nosotros. En eso se centró nuestro discurso y ahí, en 1994, logramos hacerle entender al gobierno que si se quería hacer cualquier proyecto de desarrollo en la zona se tenía que hacer con los campesinos”. Más y más luchas
Esta lucha dio lugar a que más adelante se firmara el primer acuerdo entre una asociación campesina y el gobierno dominicano, entre la Federación y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi), que para 1995 y 1996 construía la central hidroeléctrica sobre el río Blanco, afluente del Yuna.
Ninguna hidroeléctrica en el país le daba energía a la comunidad donde se hacía, explica Polanco.
“Esta fue la primera. En 1996 presionamos a los constructores, en este caso el Indrhi, para que nos dejaran energía”.
Se hizo una presión fuerte, recuerda el educador, al punto de que permanecieron 17 días sentados en la carretera Los Quemados-Río Blanco en espera de que los tomaran en cuenta.
Siguió la lucha contra la explotación de la mina de oro El Higo. “Una lucha larguísima. Por eso nos llena de alegría que el Ministerio de Energía y Minas denegara el permiso de exploración en el Alto Yuna”.
Y luego se enfrentaron al consorcio encargado de construir la presa sobre el Río Blanco para que este ejecutara en las comunidades los fondos destinados al pago de deudas sociales.
“Se supone que si van a hacer un aprovechamiento de una cuenca se destinan unos fondos para el tema ambiental, y esos fondos nunca fueron dedicados a eso. Nosotros planteábamos que se dedicara a la reforestación. Lo que logramos fue meter esta finca en el acuerdo, de manera que cuando terminara el proyecto, para evitar que la depredaran, nos la entregaran a nosotros. Esto pertenece a la comunidad. Estamos poseyendo esta propiedad como parte de ese acuerdo, unas dos mil y pico de tareas donde estaban las instalaciones donde ellos se establecieron para construir la presa”. Ese lugar, en el Cruce de Blanco (sector Hoyo del Pino), es la sede de la FCHP y del Complejo Ecoturístico Río Blanco.
Organización
La federación trabaja en cuatro áreas fundamentales: la organización de la comunidad, las conquistas sociales, el fomento de la economía familiar y su norte: la protección del medio ambiente.
De la primera, Polanco dice que no hay forma de desarrollar ningún proyecto si la gente no está organizada. “Lo segundo es que hay que lanzarse a por las conquistas sociales. O sea, en una comunidad sin educación, sin salud, sin vías de acceso, sin recreación y sin energía eléctrica no se puede hablar de desarrollo”.
De estos primeros aspectos da cuenta Cristina Portorreal (Tita), ama de casa, encargada de la brigada de reforestación Plan Yuna Cinco, de la comunidad La Ensenada, presidenta de la Asociación Campesina Comunitaria Paz y Progreso y un ejemplo de la lucha campesina en toda la zona.
“Empezamos con una pequeña asociación en 1988. Luchábamos por la gente y hacíamos reforestación porque estamos prácticamente en la cuenca alta de los ríos Yuboa y Yuna”. Gracias a la Federación se enteraron que estaban dentro del Parque Nacional La Humeadora, entre esta provincia y San José de Ocoa.
“Nuestra lucha ha sido intensa porque no teníamos nada. Teníamos una escuelita de madera que se caía cada vez que hacía mal tiempo, comenzamos a luchar, íbamos al Ministerio de Educación, a todas partes, y no conseguíamos nada. Por vía de la Federación y de la Fundación Popular conseguimos una escuela que por gracia de Dios la cuidamos y va a permanecer. Aunque no es de plato, nos sirve de refugio en un mal tiempo”.
También les construyeron una pequeña hidroeléctrica.
“Estamos contentísimos porque tenemos un servicio 24/7 y a menos que ocurra una avería no se va la luz. Y estamos también muy felices porque los moradores que antes salían de la zona buscando mejoría se sostienen aquí”.