¡Cuando decidí amarte!
Primero me amé yo. Trabajé por mucho tiempo en la preparación de mi corazón y en la satisfacción de mi alma. Estudié, leí, hice cursos y logré la aceptación de cada una de mis virtudes… Hoy, las aprecio, las trabajo y me enorgullece ser como soy. Seguí caminando y encontré decenas de defectos... Dureza, una gran capacidad de olvido y un enorme aforo para retirar personas y cosas de mi vida. Siempre he sabido de la importancia del dinero y de las cosas materiales, pero he aprendido a vivir con lo poco y a disfrutar lo mucho… Aprendí que, “los caminos más difíciles terminan siendo destinos maravillosos”. Hacía justamente ocho años que todo había comenzado y luego vino la separación… Amigable y entendible. Él, merecía volar… Yo, ¡merecía conocer! Pero ninguno estaba dispuesto a ceder, ni a dejar sus mundos, por lo que nunca más hubo contacto personal… ¡Oh las redes sociales! Éstas han sido nuestro vehículo y nos permitieron seguir la relación que nos unía a través de una bonita amistad, pero de lejos. ¡Zas! El día menos esperado un mensaje poco usual nos hizo trillar nueva vez juntos el trayecto de nuestras vidas... Hace algún tiempo decidí hacer las cosas que me hacen feliz y, para casarme de nuevo tenía pocas pretensiones. Solo quería sentir en mi corazón un sentimiento noble y fuerte que me hiciera brotar amor por los poros, que mis expresiones me delataran y que en mi cuerpo se manifestara. Quería armonizar todo en mí, desde mis responsabilidades de madre, hija y mujer, hasta mis planes profesionales y de emprendedurismo, antes de asumir el compromiso de amar a otra persona. Simplemente quería estar lista… Lo primero que hice fue reconocer lo que estaba dispuesta a dar: amor, entrega y pasión, Dios reviviendo ese lindo sentimiento, pues Él era el único que sabía cuáles eran mis más entrañables deseos… Simplemente comencé a visualizarme junto a un compañero con mis mismos gustos, y las mismas ganas de progresar, luchar y conquistar el mundo… El Todopoderoso, que es sabio y justo, me mandó un cómplice, con las mismas energías que yo… ¡Intenso! Que me ha dejado ser y hacer... Y que después de unos meses consumamos nuestro amor con el vínculo del matrimonio. El número siete marcó la elección de nuestro día, en el mes de julio ambos celebramos nuestros cumpleaños y el color amarillo sellaría nuestro amor. Aún retumba en mis oídos la melodía del tema “Por amor” al son del saxofón que tocó mi hermano. Es indescriptible como caminar descalza da la firmeza del compromiso que asumía y al que llegué de las manos de mis hijos hasta donde mi madre, que tenía la responsabilidad de entregarme a mi hoy esposo.
Fui la novia que siempre soñé ser, me vestí de mi color favorito, el amarillo, señal entre mis íntimos de que había tomado la decisión con mucha seguridad, llena de amor, dispuesta a ser fiel y a entregarlo todo. Tuve la celebración que quise y bailé al ritmo de notas prodigiosas que resumen nuestra relación. Me bastó hacer mis sueños realidad para que de una forma única y muy a mi estilo dar el mejor Si de mi vida a Máximo Rodríguez. La vida es color amarillo… Amar-y-ya. Nos leemos la próxima con el poder de Dios.