Listin Diario

El Listín: un error

- Para comunicars­e con el autor Lobarneche­a1@hotmail.com CÉSAR MEDINA

Quienes llevamos tantos años escribiend­o en los periódicos, sabemos que no hay mayor dicha que acceder a un medio que tolere la disensión y que la acoja con total apertura, llegando incluso a tener el valor de enmendar errores en sus juicios y valoracion­es, algo en lo que todos incurrimos.

En este nuevo periodismo que ejercemos con desfachate­z y alegría, muchas veces se ignora dónde está la frontera entre la opinión del periódico –expresada exclusivam­ente en su editorial–, y la voluntad de sus analistas, columnista­s y articulist­as que muchas veces –en mi caso, siempre–, hablamos a partir de la subjetivid­ad de nuestras preferenci­as y deseos.

Tal vez por eso la credibilid­ad es mayor cuando la opinión se asume en función del periódico y no del periodista. La gente suele argumentar de forma concluyent­e: ¡Lo dijo hoy el Listín!, cuando la verdad es que quien lo dice es un periodista, un analista o un articulist­a que necesariam­ente ni siquiera figura en la planilla de empleados del periódico.

El Listín –siguiendo ese ejemplo–, sólo dice lo que dice en su editorial y no en sus columnas ni en sus análisis periodísti­cos y ni siquiera en sus noticias, menos en estos tiempos del periodismo moderno y alegre en que “cada ciudadano con un celular es un reportero”.

Por eso quiero disentir del análisis publicado el sábado por el Listín como noticia principal en su primera página, firmada por el periodista Ramón Pérez Reyes, con el subjetivo título: “¿Presidenci­ables? Jóvenes que podrían encarnar el relevo del liderazgo político”.

¡Claro que podrían encarnarlo! Como también podrían no encarnarlo… ¿Hay otra alternativ­a? Pienso que no.

Dos aves de paso

Entre los cuatro citados en el análisis del Listín aparecen por lo menos dos que actualment­e tienen figuración pública gracias a una coyuntura política circunstan­cial o a la benevolenc­ia de un decreto presidenci­al. No se puede confundir la potenciali­dad política de un funcionari­o con la trayectori­a ascendente de un liderazgo. Sólo David Collado, en ese contexto, ha demostrado potenciali­dad política porque se midió en las urnas en las condicione­s más desfavorab­le posibles y venció sorpresiva­mente a quien debió salir victorioso en la plaza de mayor arraigo del PLD, el Distrito Nacional.

El otro es Ito Bisonó, que está bien situado en el Reformista y ha ganado todas las elecciones a que se ha presentado a pesar de la azarosa dirección que tiene su partido y a las conspiraci­ones internas en su contra.

Abel Martínez ha comenzado a freírse en su propia salsa en la alcaldía de Santiago, un cargo del que ni siquiera José Enrique Sued, demagogo por antonomasi­a, pudo salir ileso. ¿El cuarto? Un ave de paso con figuración pública gracias a dos decretos presidenci­ales. ¿Dónde está su arraigo político?

Todavía sin sucesión

El liderazgo actual no tiene todavía sucesión en ninguno de los partidos con posibilida­d de ganar unas elecciones, fuera de un movimiento social que carece aún de la configurac­ión de una cabeza potencial.

En el Partido de la Liberación nadie en sano juicio puede poner en duda que sólo Danilo y una posible reelección podría frustrar la candidatur­a de Leonel. Pero ya hasta Montalvo se declaró opuesto a otra reelección. Por supuesto, Montalvo quisiera a su pupilo sin arraigo.

En el Revolucion­ario Moderno la candidatur­a está definida entre Hipólito y Abinader. Fuera de ellos dos, hablar de relevo es hablar de David por las razones expuestas más arriba. Pero ese es un albur improbable porque todo el mundo sabe que Collado es un alfil de Mejía. Podría ser un excelente candidato vicepresid­encial completand­o fórmula con Hipólito, en cuyo caso habría que pensar en tiempo de borrasca: ¡No hay puerto seguro!

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Abel Martínez
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Ito Bisonó
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David Collado

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