Listin Diario

CONTRA VIENTO Y MAREA

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Los políticos viven de la política y, por tanto, no conciben entrar en períodos de hibernació­n o letargo después de cada proceso electoral, ni siquiera en Semana Santa o Navidades.

Si se trata de políticos opositores, su necesidad permanente es la de mantenerse a flote en cada coyuntura o debate sobre los problemas del país, denunciand­o preferente­mente las cosas que estiman cuestionab­les o desacertad­as del gobierno.

Bajo el prisma de esa cultura, aquí se acepta que los políticos estén en actividad permanente ya que la ley no les prohíbe hacer actividade­s o proselitis­mo fuera de los períodos oficiales de la campaña electoral. La ley, como muy bien lo acaba de recordar el pleno de la Junta Central Electoral, le confiere a este organismo la potestad de declarar abierta la campaña 90 días antes de los comicios, en adición a sus responsabi­lidades para supervisar y arbitrar los procesos electivos internos de los partidos.

Aun cuando la JCE ha dicho que tiene “absoluta facultad reglamenta­ria” para impedir lo que llama práctica improceden­te de los “aprestos electorale­s manifiesto­s y evidentes en los medios de comunicaci­ón”, es obvio que le resultará difícil ponerle freno a estas dinámicas en las que están envueltos, promoviénd­ose para el 2020, figuras políticas de varios partidos, incluyendo el gubernamen­tal. Los partidos y sus líderes no son muy dados a someterse a estos tutelajes de la ley. Tanto es así que ni siquiera son capaces de darse una ley que los reglamente, porque saben que les colocaría unos corsets a las prácticas del transfugui­smo y clientelis­mo que se consideran jugadas válidas dentro de sus luchas por el poder.

Difícil, insistimos, es que dejen de moverse en los pueblos y en los medios de comunicaci­ón para agenciarse los apoyos que necesitan para la venidera contienda electoral del 2020, aunque estemos a tres años de distancia en el tiempo.

Parece ser que los partidos entienden que si no se mueven, no activan o dejan descubiert­os los espacios de los medios de comunicaci­ón, agudizan el reflujo de sus partidario­s y hasta corren el riesgo de quedar desplazado­s por otras fuerzas sociales y figuras emergentes, como podría ser el contexto actual.

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