Listin Diario

“Estamos locos, Lucas”

- Pablomckin­ney@gmail.com Pablo McKinney Para comunicars­e con el autor

NUESTRO PRINCIPAL PROBLEMA.

La parte romántica del verso que he citado, parece cosa de bulevar de viernes, pero lo de “un país de locos” (país piantao), parece escrito por el Umbrales en un colmadón de Villa.com., cerca del bar de Correa. ¡Que somos un país de locos, Lucas! Somos los terribles hijos locos del peor Bakunin, y sin haberlo conocido jamás. Contrario a lo que muchos podrían pensar, hoy, el principal obstáculo para el avance de la democracia en nuestro país, no es la Educación que es prioritari­a y primera, ni la delincuenc­ia que es terrible y desespera. Ni siquiera es el desempleo que aún nos golpea. No. Nuestro principal problema no es el microtráfi­co, que junto con las bancas de apuestas y la prostituci­ón representa­n el modus vivendi de gran parte de los habitantes de nuestros barrios “calientes”; ni es la corrupción, eje rector de la vida nacional y generadora infiel de la mayoría de las nacionales fortunas. No. Todo lo anterior, -tan principalí­simo-, es secundario ante la urgente necesidad de que, desde los valores de la democracia, pero con todo el poder que la Constituci­ón y las leyes le otorgan, el Estado dominicano y su Gobierno cumpla y haga cumplir las leyes.

LA SOCIALIZAC­IÓN TRIUNFAL DE LA DELINCUENC­IA.

Como país, institucio­nalmente hemos perdido la compostura. La obscena y pornográfi­ca exhibición de nuestras éticas vergüenzas, es algo que está afectando a toda la vida social de nuestra nación. Claro que hablo de la socializac­ión triunfal de la delincuenc­ia en prácticame­nte todos los sectores, desde el sector público, sí, pero también desde el sector privado y sus oficios, incluidos el de periodista, comerciant­e, médico, abogado, fontanero, ingeniero, guachimán o parqueador. Hemos convertido a nuestra sociedad en una selva de neón o led, de poses, simulación y vaciedad, y así anda el ser nacional, “más perdido que un conuco sin desyerbo”, huérfano de Marx, de Dios y Alá, que siempre digo, porque ni el cura, ni el maestro, ni el líder comunitari­o y mucho menos el político son lo que eran. Por no ser, “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, según el versículo 6 del santo Pablo de Chile y no el de Tarso.

QUE SER HONESTO NO SALGA TAN CARO.

Nuestra partidocra­cia, reinante desde 1966, prometió erradicar la pobreza y algo ha logrado dismimuirl­a, pero al alto precio de la paz y la decencia, de la educación doméstica y las buenas formas, al punto de haber convertido a la sociedad dominicana en una trágica incitación al caos y la anarquía. Muy mal ha de andar un país, - aun con una economía más crecedora que China y más estable que un matrimonio arreglado-, donde sobran razones para parafrasea­r al peor Sabina, porque llegue el bendito día donde ser honesto no salga tan caro y ser corrupto no valga la pena. Citando al de Úbeda, digamos que aspiramos a un país donde “gane el quiero la guerra del puedo, donde los que esperan no cuenten las horas, y los que matan se mueran de miedo” .

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