La decepción

Emma como siempre a la vanguardia, pendiente de todas las novedades, además de los chismes, me aleccionó sobre el eclipse. Debíamos conseguir unos lentes especiales para poder ver el fenómeno con su amigo el platanero. Consiguió un par que la cocinera de un funcionario, le suministró.

Cocinó temprano y me vi obligada a engullir el almuerzo, una hora antes de lo mandado. A las dos de la tarde estuvimos las dos en el gran jardín que rodea el condominio, listas para observar el fenómeno. Yo había leído ampliamente sobre el tema, así que mientras esperábamos, me dediqué a ilustrar a mi factótum. Después de escucharme atentamente sacudió la cabeza y mirándome por encima de las gafas, como hace cuando quiere enfatizar algo, me dijo que su amigo el astrónomo le había advertido que este fenómeno trae apareado muchísimas desgracias, por lo que debíamos prepararnos para lo peor. Como no valieron mis argumentos en contra, explicándole que solo se trataba de un fenómeno natural, opté por callarme y me dediqué a observar los vecinos que acudían a observar la huida del sol.

Poco a poco se fue oscureciendo ante el entusiasmo de los observadores, el cielo lucía totalmente cubierto por nubes de un color bastante sospechoso. El sol no se veía por ninguna parte. Oscureció mucho más, ante el entusiasmo de la concurrencia. De pronto un fuerte aguacero nos hizo correr a guarecernos. Allí terminó todo, Ema solo atinó a exclamar: “¡Qué decepción!”.