Leonelismo y Danilismo
Marcado el Gobierno por prácticas políticas dentro y fuera del PLD poco ejemplares desde el momento mismo de su llegada al poder, y agitadas las aguas políticas por el caso Odebrecht, no hay dudas que han enrarecido la atmósfera peledeísta. De aquel enmascaramiento y la intencionada falsificación “quirinaica”, con militante ausencia de solidaridad partidaria, con ruidos y sonidos de asesinato moral; insultos gratuitos, delirantes por un personaje esperpéntico como el utilizado, habrá de consensuarse que la vía a seguir es la negociación entre los líderes.
Aunque ha habido poco consenso, sí es cierto que tampoco han producido la confrontación y los desencuentros entre las dos guardias partidarias. El ambiente es destruir a Leonel y detener a Danilo, son las posiciones de ambas corrientes, sin embargo, el acoso que sufre el PLD necesita de no empuñar las armas, sino usar hilo y aguja.
De lo contrario, vendría lo inevitable: la lucha con características apoteósicas o catastróficas para las tendencias, y para el país, y para entenderlo mejor basta pasearse por la historia del partidismo dominicano. Para el leonelismo el vacío es enorme y el desconsuelo palpable en sus filas sin la figura del líder y rector; para el danilismo salir del poder después de una relación tan profunda de ocho años de ejercicio dominante sería desenvolverse con fortuna incierta.
Aunque lo anuncie Peralta, Montalvo o Jiménez, ellos, los barones del danilismo, son conscientes, aún su discreta vida actual, que su grupo partidario sin la posibilidad de un retorno de su mentor la tendencia vacilaría y el tiempo podría diluir el esfuerzo.
El leonelismo tendrá que actuar consciente de que existe el olvido progresivo cuando los liderazgos en estos países nuestros comienzan a perder vigencia superados por la novedad y se relega lo que se considera arbitrariamente o no, como viejo, como desfasado.
Es decir, para Leonel sería su obra cumbre de la madurez política volver al poder; pero el danilismo, que anuncia la salida de su jefe sin comprometer esta vez la voz ni el pensamiento de su líder, y autoriza a otros para que lo digan; que es consciente que ha venido opacando la permanencia del otro líder, pero que si no participa quedaría en un dudoso limbo político. ¿Haría trizas los hilos constitucionales nueva vez?: pienso que no.
Intentaría la vía plebiscitaria para garantizar una supervivencia representativa, participativa, consultiva y aprobatoria.
Aunque creo difícil ganar el referéndum por la conjunción de fuerzas en contra, aun así el impulso atávico nos dice que él no va a renunciar a esta divisa: el 62%; Punta Catalina generando a costo bajo en tiempo electoral; los hospitales reparados; miles de títulos otorgados a ocupantes de terrenos estatales; el teleférico; La Ciudad Juan Bosch y la fiducia en ejecución; la Ciudad de la Salud del hospital Luis E Aybar; las visitas sorpresas duplicadas; también pesa una amenaza que podría enfriar el entusiasmo: hay querella interpuesta por Catalina atada a discreciones extranjeras que resultaría preocupante.
Probablemente el mejor ejemplo de desempeño político entre dos liderazgos de un mismo partido obviando la lucha interna que sería desgarrante, rupturista, de reequilibrio y de anarquía, es el caso del doctor Caldera en Venezuela, que enfrentó a su propio partido con una alianza variopinta.
La obsesión por permanecer y la lucha por ser eternamente recordado por el retorno hacen de estas dos vidas políticas imposible su traducción al entendimiento guste o no, el caso es mantener la hegemonía.
Políticos como Leonel y Danilo tienen itinerarios comprometidos, no están solos ni desacompañados, y siempre están vigentes.