La regla de oro
El PLD ha tenido su regla de oro que ha sido garantía de sus sucesivos triunfos, y que, de seguirla respetando, tendría sin dudas el éxito asegurado en las elecciones del 2020. Con vocación de poder y una dilatada experiencia en el ejercicio gubernamental, ¿debe aventurarse alguien en el partido morado promoviendo cambios o variación en algo que le ha salido bien, que le ha dado los mejores resultados? La clave del éxito del partido fundado por Bosch ha sido la unidad, dentro de la diversidad de intereses y de las diferencias que estos últimos provocan, hasta en las iglesias.
En los mejores tiempos de disciplina y mística política, que fueron cuando todavía no era gobierno, en el PLD estaba prohibida la promoción de candidaturas, no solo a destiempo, sino sin la autorización del Partido, que era el que sometía algunos nombres al escrutinio interno para escoger el candidato, que sería finalmente apoyado por todos. Eso, que ya es cosa del pasado, era menos democrático, porque ponía número y control a las aspiraciones de los dirigentes con aspiraciones, pero era menos riesgoso y no daba pie a los desbordamientos, a golpes bajos o jugadas sucias contra compañeros (¿). Hoy, en un madrugar que la JCE es la primera en criticar, se ha querido ir sacando algunos “potros de la gatera”, y hasta se ha planteado desde áreas de mucha influencia que el PLD debe presentar “caras nuevas” al electorado en el 20, como si un liderazgo se construyera de un día para otro o en los tres años que quedan para las próximas elecciones. En el ínterin, el dinámico e influyente ministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo –que pudiera ser uno de los “potros” a ofertar por el sector Medina- ha planteado algo sin desperdicio, que los primeros en aplicarlo deberían ser los funcionarios del Gobierno, sin excepción: Que el PLD “debe concentrarse en trabajar para una buena gestión” Con la diferencia de que, aun cuando Gobierno y Partido deben caminar de la mano y tener marcada afinidad, son los cabezas de las distintas instituciones públicas los que deben concentrarse en hacer su trabajo, sin distraerse en tareas partidarias o proselitistas, por demás extemporáneas, y que sean las ejecutorias y la buena obra gubernamental lo que garanticen el mantenimiento de la organización en el poder. Justamente, son las distracciones o el uso imprudente de la influencia que da el Gobierno en el trazado del norte partidario –con intentos de cerrar pasos o de definir las” caras” que se creen convenientes (¿)- lo que producen “ruidos” que ponen en riesgo la unidad y la cohabitación administradas con éxito por Danilo y Leonel , que han sido la clave para el PLD retener el poder.