OTRAS OPINIONES
Luisa Herasme es una de las agentes educativas. Para ella, laborar en el centro ha sido una experiencia maravillosa. “No solo estamos enseñando y cuidando a los niños, sino que estamos aprendiendo constantemente de ellos y de los programas que desarrollamos”. Dice que la hora de salida de los pequeños es a las 4:45 y que si los padres no llegan a tiempo a buscarlos, se les llama, pero hasta que lleguen, sus infantes están bien cuidados.
Yuly Hernández forma parte de los 40 colaboradores que trabajan en el Caipi de El Libertador. Admite que nunca imaginó que estos centros funcionaran con tanta calidad y organización. “Aquí se les respeta a esos niños vulnerables, se les atiende y se vela por su bienestar desde que llegan hasta que se marchan”, comenta. Para Lucy Moreno hay dos poderosas razo- nes para sentirse bien en el centro. Además de ser agente educativa, es madre de uno de los 226 niños que acoge el centro. Su experiencia es bonita y la comparte diciendo: “Ha sido de gran ayuda para mí, pues aquí trabajo y estoy cerca de mi hijo que, aunque no estoy todo el tiempo con él, lo veo, sé lo que hace y lo más importante, sé que está bien”.
Una madre
“Yo tengo dos niños en el centro. Uno de tres años y otro de uno. El trato aquí ha sido increíble. Al principio era difícil para acostumbrarme a que se pasaran prácticamente el día entero fuera de la casa, pero después que vi cómo es todo, cómo lo atienden, lo cuidan, lo que comen…, me sorprendí. Hay mucha higiene, mucho cuidado y es muy seguro”, comenta Carla Asencio, madre soltera que tiene dos niños en el Caipi.